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Político
Bogotá, 11 de septiembre de 2025. Álvaro Uribe regresa al área con el movimiento calculado: Ocupar 25. Asientos en la lista del MP del Senado. Más que un suministro simple, es un gesto lleno de simbólicos políticos. El ex presidente no tiene la intención de liderar, sino que serán las bisagras que activan las galletas urinarias en el momento en que su fuerza electoral es la evidencia más difícil desde que el partido se fundó en 2013.
El número seleccionado revela la política: el uribismo nunca ha alcanzado esa cantidad de asientos y Uribe se esfuerza por convertir la campaña en una cruzada para lograrlo. Si se cumple el objetivo, la comunidad no solo expandiría la clase, sino que también estaría en condiciones del estado de la Alianza en el Parlamento, ni para apoyar ni bloquear al próximo presidente. En el fondo, se trata de restaurar el impacto que la fiesta perdió en 2022, cuando carecía de líder de peso en la estación de votación.
La decisión de Uribe tiene lugar después de años de desgaste y un silencio forzado. Su despido al Senado en 2020, que alentó su proceso judicial, se abrió vacío en el liderazgo del Centro Democrático, que nadie pudo llenar. El aumento de la prevención geotérmica en 2022 estaba confundida y sin candidatos fuertes, mientras el ex presidente se enfrentaba a la corte. Ahora, superado ese capítulo, se esfuerza por combinar el debate público con legitimidad que todavía tiene entre la comunidad empresarial de ciudadanía.
El contexto actual es favorable para su devolución. El gobierno de Gustavo Petro vive un desgaste increíble, la violencia ha aumentado en varias áreas y la economía no muestra signos claros de recuperación. En medio de esa incertidumbre, Uribe se compromete a reiniciarse como una regla de voz frente a los sentimientos de caos. Su política no es tanto individual y común: activar el voto hacia toda la lista del partido y ofrecirse como una responsabilidad moral que apoya a cada candidato.
Pero el ex presidente no solo mira al Senado. Al mismo tiempo, el Centro Democrático se prepara para elegir su carta presidencial entre Maria Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Miguel Uribe Londoño, Paola Holguín y Andrés Guerra. El papel de Uribe en esa definición será decisivo ya que su apoyo asesorará el equilibrio de un partido cuando el capital político apropiado aún se centre. La pregunta es si el liderazgo es suficiente para la cohesión, una sociedad que en los últimos años ha mostrado fractura interna.
Los movimientos actuales indican que Uribe no descarta alianzas más extensas. Su conferencia dominical, donde participan figuras de otras corrientes, como César Gaviria, han sido interpretadas como encuestas de escenas futuras. Aunque durante un tiempo, el Centro Democrático exigirá competir solo, la dinámica política colombiana generalmente forja a la organización de último minuto y el ex presidente sabe que sin contratos, es difícil volver al poder.
El regreso de Uribe está abriendo brevemente un debate: ¿representa la renovación de un proyecto político o liderazgo de resistencia que se niega a proporcionar prominente? El ex presidente parece decidido a demostrar que todavía es orina y que sin él su partido no tendría un curso. Sin embargo, su compromiso lo revela por riesgos: si responde a las encuestas de opinión, los costos políticos podrían ser mayores que cualquier victoria simbólica. Con esta obra, Uribe no solo busca votos; Trate de confirmar que todavía tiene la capacidad de marcar los cursos del país.