

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, está lejos de ser un lugar pacífico. Gira, se tambalea y, como acaba de revelar un nuevo estudio, también ondula. Nuevos datos de la ESA han descubierto una ola colosal, bautizada como “la gran ola” que se propaga por el disco galáctico de forma muy similar a las ondas que tenemos en un estanque cuando lanzamos una piedra.
El estudio. Este fenómeno, que ha sido identificado por el equipo dirigido por Eloisa Poggio del Istituto Nazionale di Astrofisica en Italia, es un «corrugación «vertical a gran escala» que se superpone a la ya conocida deformación que sufre constantemente nuestra galaxia. En esencia, estamos ante una onda que hace que franjas enteras de estrellas se muevan «arriba» y «abajo».
Grandes proporciones. No se parece en nada a las olas que vemos en nuestras playas, claro está, ya que hablamos de algo a nivel galáctico. En este caso, los astrónomos saben desde la década de 1950 que el disco de la Vía Láctea no es plano, sino más bien deformado (o «deformado») en sus bordes. Ahora este estudio añade una estructura adicional que nadie sabía que existía.
Gracias a las mediciones increíblemente precisas de Gaia, que mapean la posición 3D y el movimiento 3D de las estrellas, el equipo pudo analizar dos poblaciones de estrellas jóvenes: estrellas gigantes y cefeidas clásicas. Estos mapas revelaron una ola gigantesca que ahora está saliendo a la luz.
Las cifras. Para poder comprender la magnitud de este fenómeno, podemos tener en cuenta los siguientes parámetros de este fenómeno:
- Altura: el movimiento de las estrellas es de unos 150-200 pársecs, lo que supone hasta 650 años luz por encima y por debajo del plano galáctico.
- Longitud: La estructura se extiende por al menos 10.000 años luz y posiblemente hasta 20.000.
- Localización: afecta a una amplia sección del disco exterior, en regiones situadas a decenas de miles de años luz del centro galáctico.
La prueba. Lo más fascinante del descubrimiento no es sólo la forma de la ola, sino también la evidencia de que se está moviendo. «Lo que hace esto aún más convincente es nuestra capacidad, gracias a Gaia, de medir también los movimientos de las estrellas dentro del disco galáctico». explica Pogio.
Para entenderlo, el equipo utilizó un análogo perfecto: la ola de un estadio. Si congeláramos la ola que se hace en las gradas de un estadio, veríamos unas personas de pie (la cresta), otras que acaban de sentarse (la parte trasera) y otras que están a punto de levantarse (la parte delantera). Algo similar sucede en la galaxia.
Los astrónomos descubrieron que las estrellas con la posición vertical más alta (la cresta) no eran las mismas que las estrellas con la velocidad vertical más alta. El punto de máxima velocidad estaba desplazado, con un desfase de aproximación de 90º.
Esta diferencia de fase es una prueba irrefutable de que se trata de una onda que se propaga. Y no sólo eso: las estrellas dentro de la ondulación también muestran un movimiento radial sistemático de 10-15 km/s hacia afuera. La conclusión es clara: se trata de una onda que viaja desde el interior de la galaxia hasta sus confines.
Hay un misterio. Los investigadores midieron la ola, pero no saben qué la causó. La principal hipótesis es que la Vía Láctea sufrió un encuentro o colisión con una galaxia enana más pequeña, pero no es 100% segura. Simulaciones anteriores han demostrado que la interacción con una galaxia satélite, como Sagitario, puede excitar exactamente este tipo de ondas verticales y ondulaciones en el disco galáctico.
Esta «gran ola» es mucho más grande y está situada mucho más lejos que la famosa Ola de Radcliffeun filamento de gas de unos 9.000 años luz de largo situado cerca de nuestro Sol. Aunque ambas son ondulaciones, los científicos creen que son dos características diferentes, aunque no descartan que puedan estar relacionadas de alguna manera.
Dado que las estrellas jóvenes estudiadas (gigantes y cefeidas) nacieron a partir de gas galáctico, el equipo sospecha que la onda no sólo arrastra las estrellas, sino también el propio gas del disco. Las estrellas simplemente habrían heredado el movimiento del gas del que se formaron, preservando una “memoria” de la onda.
Ahora la investigación debe continuar. Los astrónomos esperan con ansias la cuarta publicación de datos de Gaia, que proporcionará mediciones aún más precisas y ayudará a crear mapas detallados para quizás finalmente revelar el origen del corazón ondulado de nuestra galaxia.
Imágenes | Dns Dgn
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