
Desde hace semanas, el cielo europeo se ha convertido en un frente silencioso de guerra híbrida: breves incursiones, señales débiles, trayectorias ambiguas y objetos que, sin portar banderas claras, obligan a cerrar aeropuertos, desvíos de rutas comerciales y respuestas militares que consumen recursos y erosionan la normalidad civil. El patrón se repite desde los países bálticos hasta Europa central y parece diseñado para medir los reflejos de la OTAN.
Ahora ha llegado algo más, y no son los drones ni los aviones de combate.
Ondas de globos. Lituania ha anunciado que derribará cualquier globo que cruza desde Bielorrusia tras detectar de una tacada 66 intrusiones nocturnas y cierres en cadena del aeropuerto de Vilna. El gobierno describió el fenómeno como ataque híbrido y activó el cierre de la frontera oriental, inicialmente temporal pero que se convertirá en indefinido, con excepciones mínimas para diplomáticos y ciudadanos de la UE en tránsito.
La decisión marca un punto de inflexión en el flanco oriental de la OTAN, donde las violaciones del espacio aéreo por parte de drones, globos y aviones rusos se han vuelto recurrentes en las últimas semanas, desde Estonia y Polonia hasta Dinamarca, Noruega y Alemania, alimentando la impresión de una campaña sostenida de provocaciones calibradas para medir reflejos, saturar las defensas y erosionar la tolerancia política a costa de la disuasión.
Naturaleza y signo. Los globos (algunos de más de 50 kilos, utilizados también para el contrabando de tabaco) se interpretan no sólo como una economía criminal sino también como un instrumento barato. guerra psicológica y ensayo técnico: extienden la “zona gris” cinco kilómetros hacia adentro, fuerzan el cierre de aeropuertos, degradan la logística, tensan la cadena de decisiones civiles y militares y exponen la fricción de activar reglas de enfrentamiento contra objetivos ningún signo militar clásico.
Lituania involucrará NASAMS, RBS-70, Vengadores y MANPADS en neutralización, a pesar de que las existencias se agotaron por las transferencias a Ucrania y la dificultad intrínseca de derribar globos con baja firma de radar y baja energía cinética. El mensaje político es deliberado: cualquier permeabilidad (aunque parezca marginal) será tratada como un precedente estratégico.
Escalada en la OTAN. Decíamos al principio, el episodio se produce tras las penetraciones de Su-30, Il-78 y MiG-31 en el Báltico, y tras el registro de enjambres de drones sobre Polonia, Dinamarca, Múnich o el Báltico, con más de 170 vuelos interrumpidos en una semana en Vilna y casi 14.000 pasajeros afectados.
La reiteración convierte lo episódico en patrón: Los actores estatales explotan las lagunas jurídicas (globos civiles, supuestos meteorológicos, contrabando) para degradar la continuidad de la aviación civil europea y poner a prueba la elasticidad de las ROE y la cohesión aliada sin cruzar los umbrales explícitos del artículo 5. De hecho, Lituania está estudiando consultas en virtud del artículo 4 y ha insinuado que el cierre podría extenderse al enclave ruso de Kaliningrado, elevando la vector económico-logístico del pulso.
La guerra híbrida como marco. Vilna esta claroy describe el fenómeno como una operación psicológica destinada a perturbar la vida cotidiana, poner a prueba la sincronía OTAN-UE y normalizar la agresión (de baja letalidad, por supuesto) como ruido permanente. La señal de fondo (en ningún momento se nombra explícitamente a Moscú) encaja en el repertorio de guerra híbrida: sabotaje discreto, manipulación de información, intrusión de señal baja, erosión de la confianza y de la infraestructura crítica, en conjunto con la guerra en Ucrania y bajo la protección plausible de Bielorrusia.
Además: el cierre de fronteras va acompañado de sanciones penales más severas contra el contrabando y coordinación con Polonia y Letonia para proteger el borde oriental como una unidad estratégica, dado el cálculo de que la firmeza, cuanto antes, definirá cuánto se atreverá el enemigo después.
Imagen | MINISTERIO DE DEFENSA DE LITUANIA
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