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Sin semáforos para el apagón, España vivió un verdadero experimento libertario de movilidad. Y fue bastante bien

Sin semáforos para el apagón, España vivió un verdadero experimento libertario de movilidad. Y fue bastante bien

Era el 28 de abril de 2025 y a las 12:32 pm, España experimentó un fenómeno inesperado que llevó al país a sumirse en la oscuridad. La interrupción de las conexiones de red se sintió de inmediato; las pantallas de las computadoras se apagaron y los trenes se detuvieron en los túneles, mientras que los ascensores quedaron congelados entre los pisos. En las calles, por otro lado, la vida parecía continuar de manera casi normal.

Más o menos.

A pesar de las largas colas en Mercadona y de los niños que corrían y gritaban en el patio de la escuela en horas inusuales, el tráfico se mantenía en movimiento. Con los trenes fuera de servicio, muchos pasajeros se lanzaron a las calles, integrándose al tráfico habitual. Se les vio en autos privados, en autobuses públicos, y hasta algunos decidieron optar por sus caballos.

Así, el tráfico, aunque con altibajos, continuó fluyendo. En el centro de grandes ciudades como Madrid o Barcelona, las vías principales pronto se congestionaron, pero en muchas otras áreas el tráfico se mantuvo sorprendentemente tranquilo.

Esta situación demostró que el tráfico puede fluir si todos colaboramos un poco. También nos recordó por qué hay quienes planean cruces sin señalización.

Semáforos en Granada el 28 de abril de 2025 durante el apagón nacional

Un poco por favor

El 17 de marzo de 1926, hace casi un siglo, Madrid realizó la instalación del primer semáforo en España. Este dispositivo fue introducido para facilitar «un uso más racional de los automóviles privados y, en general, mejorar el transporte público, además de hacer que la convivencia en la ciudad sea más placentera, contribuyendo a un uso más seguro de las calles para los peatones», según los anuncios municipales de la época.

Quien hubiera imaginado que casi un siglo después, la radio uniría las conexiones de las ciudades españolas, anunciando el regreso de la luz a los semáforos. Era suficiente con sintonizar el transistor para sentir un alivio ante la voz de los periodistas que informaban que las luces habían vuelto a brillar.

El regreso de los semáforos parecía un símbolo de normalidad. Esa luz roja que prohíbe el paso a quienes se cruzan en nuestro camino y nos brinda libertad de movimiento. Esa luz ámbar que nos advierte del peligro, aunque a menudo parece incitarnos a acelerar. Pero, ¿qué sucedería si la normalidad pudiera mantenerse sin semáforos?

Precisamente eso ocurrió en gran parte del país. La ausencia de luces que regulaban el tráfico dio paso a la cordialidad y la negociación entre los conductores, evitando así incidentes graves. La supuesta anarquía nunca se materializó y la cooperación entre los usuarios tomó el control de las calles.

«Instalamos semáforos para promover la fluidez y aumentar la velocidad, pero en muchos casos logramos el efecto contrario», expresó Román Torre, un miembro del Xixonés de movilidad y autor de diversos artículos relacionados con la movilidad urbana.

En su tweet, señaló un cruce donde se observa una fluidez total de los vehículos. Por supuesto, no se trataba de un cruce con el volumen de tráfico que podemos encontrar en la Zona Norte de Madrid, que, hay que mencionar, permanece congestionada tanto con semáforos como sin ellos. De hecho, Torre concluye al final del hilo que esta solución «no es aplicable a todos los lugares».

Haga clic en la imagen para ir al tweet original

No obstante, el video ilustra que en muchas ocasiones la fluidez del tráfico se logra sin semáforos. Y, lo más interesante, es que no solo se garantiza la fluidez, sino que también resulta en una solución más segura. Sin luces de control, los conductores se ven obligados a reducir la velocidad al acercarse a un cruce, ya que no cuentan con la seguridad que brindan los semáforos, lo que disminuye la posibilidad de accidentes y lesiones en caso de un eventual choque.

El DGT considera la manera de actuar en intersecciones sin prioridad de paso. Sin embargo, es suficiente con observar un video grabado tras el apagón para ver cómo la negociación se establece, permitiendo que cada automóvil pase poco a poco, sin ralentizar el tráfico.

Esta idea ha sido estudiada y aplicada en los Países Bajos. Un claro ejemplo es el caso de Alexanderplein en el centro de Ámsterdam. Allí, tras diversos estudios, se decidió eliminar los semáforos y se demostró que, a pesar del tráfico de ciclistas y tranvías, la fluidez del tráfico mejoró significativamente sin las luces que supuestamente regulaban el flujo. El secreto radica en la vigilancia del resto de los actores vehiculares.

Una situación similar se ha implementado en Groningen, donde se ha aplicado durante años el concepto de «Todo verde» para ciclistas en 29 intersecciones. Allí, se detiene todo el tráfico vehicular durante algunos segundos para permitir una circulación fluida de bicicletas, y se ha descubierto que este enfoque es efectivo al igual que prescindir de semáforos. Un factor clave es la baja velocidad de circulación, que facilita la toma de decisiones en espacios reducidos, promoviendo una movilidad más eficiente.

Este caos controlado es posible porque las personas tienden a comportarse «como si fueran peatones», como dice Ford. Hace tiempo, la compañía propuso una solución para potenciar la comunicación entre vehículos con la finalidad de deshacerse de los semáforos y, con ellos, de las esperas innecesarias. Sin luces que regulen el tráfico, los autos autónomos pueden moverse con tranquilidad, ya que se desaceleran al llegar a las intersecciones, haciendo que las maniobras sean mucho más seguras.

En resumen, lo que los humanos vivieron ayer, Torre explica en Migijón, es que la falta de luces hace que los conductores tomen la iniciativa al cruzar las intersecciones, en lugar de «obedecer» las señales de tráfico. Esto evita las paradas bruscas y la aceleración innecesaria en las calles. Si bien la ausencia de semáforos implica que el automóvil se detiene, la interacción entre los conductores acorta los tiempos de espera al cruzar, como se puede observar en sus videos.

Gran parte del efecto positivo reside en la reducción de la velocidad al aproximarse a una intersección. Sin reguladores de tráfico, el conductor naturalmente tiende a ir más lento, lo que a su vez disminuye las detenciones abruptas. Habrá más tiempo para reaccionar, permitiendo adaptar la velocidad a la del flujo de otros vehículos, ciclistas o peatones, facilitando así una movilidad más armónica y segura.

Un buen ejemplo de cómo la desaceleración puede mejorar la fluidez del tráfico proviene de estudios realizados por universidades japonesas. Estos estudios demostraron que el frenado de un único vehículo puede causar un efecto cascada que se traduce en congestiones inmediatas. Sin embargo, circular a una velocidad sostenida, manteniendo la distancia de seguridad, ayuda a que haya un flujo más constante, ya que se dispone de tiempo para ajustarse a las condiciones del tráfico en caso de eventos imprevistos. Las detenciones se vuelven menos frecuentes y menores en duración.

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