Simiocracia es el título de un cómic publicado en 2012 por el español Aleix Saló Braut (1983), en el que, a través de divertidas viñetas, su autor narra la crisis española, hasta el punto de llamar a su patria Españistan. Este título original sirve de excusa para discutir estas líneas sobre la erosión de la democracia y su sobreestimación en Occidente.
La palabra mono tiene su origen en la palabra griega lo hicimos que significa nariz chata, traducido al latín como Simio Señala a los homínidos. En ese orden de ideas, la simocracia sería el poder de los simios, no exactamente lo que se retrató en la película El planeta de los simios, producida originalmente por Arthur P. Jacobs (1922-1973), que luego se convirtió en un éxito cinematográfico, al menos en taquilla.
Si la democracia es poder y gobierno del pueblo, tan alabado, amado y añorado; La simiocracia no sería más que el gobierno de los monos, no porque los homínidos tan cercanos a los humanos, según el evolucionista Charles Darwin (1809-1882), puedan votar y participar en las elecciones, sino porque muchas personas, al ejercer sus derechos políticos, parecen comportarse como homínidos. Ejercen el derecho de voto no como resultado de un pensamiento riguroso y exhaustivo; Lo hacen instintivamente, como si fuera un acto de apareamiento que un político o hombre de influencia de servicio.
En democracia, cualquiera puede ser elegido. Basta tener la capacidad de influir en el mono votante. El debate queda en un segundo plano, se privilegia la vulgaridad, el absurdo y lo cómico-trágico. La simiocracia es una de las tantas degeneraciones que tiene la democracia, o a la vez las abarca todas. Para Aristóteles (384-322 a. C.), la democracia no era un sistema ideal de gobierno porque significaba el poder de los menos capaces, por así decirlo, y no de los mejores. Para Rousseau (1712-1778), la democracia podría degenerar en oclocracia, que no es más que la voluntad general rindiéndose ante la voluntad particular, a pesar de que la mayoría elige, prevalecen los intereses de unos pocos.
Otra deformación moderna de la democracia es la partitocracia, surge cuando los partidos políticos abusan de su poder y eventualmente controlan el estado, el mejor estilo es la democracia cubana, china y venezolana y en esa época el famoso PRI mexicano. Colombia de cara a 2026 corre el riesgo de caer en una partitocracia apoyada por el populismo. Este último, enmarcado en el caudillismo, una de las deformaciones más preocupantes: el poder del pueblo lo ejerce su líder galáctico quien, desde una tribuna con megáfono en mano, invita a las masas de monos a salir a las calles con argumentos estrafalarios donde el oligarca y los blancos son siempre los malos y el pueblo sus víctimas. Si la aristocracia es el poder de los mejores, el populismo es el poder de los mediocres.
La simiocracia se ha convertido en una pandemia. Masas efervescentes que buscan derechos que no saben ejercer responsablemente; votantes que votan por deseo más que por razón. Propuestas absurdas como desminar la economía, construir trenes de gran altura, ofrecer subsidios y plazas educativas gratuitas, sin ningún mérito cognitivo, producen ingresos electorales. En una simiocracia, la jactancia resulta atractiva para el mono votante, y el político lo sabe bien: la democracia es dulce en la boca de todos.
En definitiva, la democracia no siempre es la mejor, no es una cura, al contrario, adolece de muchos vicios. Es caro y sobrevalorado. Algunos dicen que es un mal necesario, que es un consuelo para el humanista. Eso es lo que hay, o al menos lo que venden los medios democráticos occidentales. Una aristocracia basada en la meritocracia sería un buen experimento. Mientras la democracia sea un carnaval, prevalecerá la simocracia.
León Ferreira