
Cuando piensas en la situación actual, Role, el operador del distrito, el caso de la EPA Colombia, surge a la mente. Es natural preguntarse, ¿qué se espera realmente de una situación como esta? Para abordar este tema, permíteme explicarte la analogía y su contexto.
En 2019, durante la notable protesta de Daneidy Barrera, se vandalizó la estación Transmilenio, un acto que fue registrado en Paragran. Barrera incluso publicó en sus redes sociales que su acción se debía a un acto de «coraje», desafiando así al sistema establecido. Años más tarde, decidió canalizar su influencia como una especie de figura pública. Generó empleo, pagó impuestos y contribuyó a la economía local. Sin embargo, estas acciones no le sirvieron de alivio por el crimen que había cometido, resultando en una sentencia de cinco años de prisión. Esta decisión judicial no pasó desapercibida y causó un gran revuelo, pues la ley es clara en este aspecto: el buen comportamiento posterior no expía los delitos cometidos.
Esto nos lleva a preguntarnos, en el contexto del caso, ¿por qué deberíamos omitir los vicios en la creación de políticas o iniciativas? ¿Por qué el servicio necesario proporciona un beneficio a la población? ¿Por qué debemos recompensar un resultado y olvidar el proceso por el cual se alcanzó? ¿Es válida la intención de ayudar? En mi opinión, la legitimidad de las acciones no puede ser simplemente medida por las buenas intenciones en una democracia, y mucho menos, permitir que se cometan errores graves sin consecuencias.
La ley, al igual que en la política, establece que las buenas intenciones no eximen de responsabilidad. Esta es una lección que, evidentemente, la ex alcaldesa Claudia López ignoró durante su tiempo en el cargo.
El caso relacionado con Role no es solo un síntoma de improvisación institucional; es un claro ejemplo de cómo el discurso progresista puede a veces ser utilizado para justificar decisiones que van en contra del marco legal establecido.
Es importante notar que Role genera empleo y apoya a mujeres emprendedoras que son una parte clave de la movilidad en Ciudad Bolívar. Se presenta como una alternativa sostenible a los autobuses eléctricos, lo cual podría probarse a través de iniciativas recientes implementadas en mis instalaciones este año. Sin embargo, el problema es que esta iniciativa, ya sea que se reconozca o no, ha sido creada al margen de la ley, buscando una narrativa que desvíe la responsabilidad a otros. La cuestión en juego es la legalidad, no la practicidad ni la eficacia.
De acuerdo al Artículo 69 de la Ley 489 desde 1998, cada empresa descentralizada debe ser creada con la autorización del Consejo y respaldada por un estudio técnico que demuestre su sostenibilidad. La administración de la Sra. López logró cumplir solo con el primer requisito, mientras que el segundo fue completamente ignorado. En su lugar, el Artículo 91 fue insertado en un plan de desarrollo 2020-2024, sin la evaluación necesaria para sustentar la creación de la empresa pública. Esto es preocupante, y el país debe observar la falta de experiencia de aquellos que aspiran a llevar adelante la administración pública y alcanzar la Casa de Nariño.
Eventualmente, el tribunal administrativo de Cundinamarca anuló ese artículo debido a su evidente contradicción con la ley. Esto implicó que todo lo relacionado con ese artículo, incluida la constitución de roles, carecía de validez.
La situación se complicó aún más en 2022. La empresa Transmilenio, que es el accionista mayoritario, permitió que Enel adquiriera acciones de Role, lo cual transformó su estado público en una mezcla. Todo esto ocurrió sin la aprobación del consejo, como si la participación del sector privado en una compañía del distrito fuera un mero detalle administrativo y no una decisión de impacto significativo.
Ahora, desde la administración del distrito, con Claudia López observando desde fuera, se presenta un nuevo proyecto bajo el argumento de que se intenta ver como una «solución». Afirman que el papel «funciona» y que «debería ser salvado». Sin embargo, la ley no recompensará las buenas intenciones ni preguntará a la EPA Colombia sobre esto.
La creación de Role no fue un mero error técnico; fue una decidida acción política en la que la terquedad de Claudia López desoyó advertencias, normas y recomendaciones. La parte más preocupante es que ahora, el Consejo de Bogotá toma la iniciativa de «legalizar» lo que se hizo, como si las fallas de justicia fueran más sugerencias que mandatos vinculantes.
Lo que Claudia hizo con Role no fue un acto heroico, sino una clara negligencia hacia las reglas del juego democrático que impactan de manera directa a las mujeres y las familias de nuestra comunidad.
Andrés Barrios Bernal