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El cemento es un reflejo del progreso de un país. La Tierra con infraestructura y construcción estéticas muestra fortaleza económica y prosperidad. Desarrollo que debe ser común entre lo público y lo privado. Invertir cada uno en su ámbito, en la medida en que los grandes alojamientos privados, los complejos comerciales e industriales, los parques tecnológicos y de ciberseguridad, requerirán también Infraestructura pública Se manifiesta en ejes viales, puertos de todo tipo, puentes, espacios públicos, vías de acceso e infraestructura adecuada en servicios públicos y de seguridad. A medida que aumenta la inversión pública en infraestructura de calidad, los individuos deberían hacer lo mismo.

No puede haber un país desarrollado en el que lo público y lo privado no crezcan de la mano. El problema de Colombia en materia de infraestructura pública son las obras cuyo proceso de construcción se está haciendo eterno. No en vano, el sector de la construcción es para nada el mayor empleador, cuando está en alza, tiene las tasas de empleabilidad más altas. Según los gobernantes en el poder, cuanto más duren las obras, más empleos habrá y se reducirá la tasa de desempleo; Los gobiernos mostrarán estas cifras como logros, incluso si muchas obras públicas son meros elefantes blancos.

Cuanto más se demore la construcción de la obra, mayores serán los daños a la propiedad. No está acorde con el desarrollo construir una manzana urbana con una longitud lineal de entre 100 y 125 metros, demora entre 5 y 6 meses, prueba de que algo no está funcionando bien. De hecho, el proceso de contratación y ejecución de obras públicas no funciona bien. Por mucho que se cuide el diseño de escudos legales y técnicos, la corrupción siempre permea. Esto se manifiesta entre otros en varios escenarios: a. Un compromiso bien conocido que implica sobregiro de costos, reducción de materiales de calidad y trabajo no calificado. b. La crisis en la profesión de ingeniero, como en casi todas las profesiones, es que la falta de preparación de los ingenieros es común, debido a la gran parte de la educación que se imparte hoy en día y a un nivel muy bajo de exigencias en las aulas. Hoy en día, es posible obtener un título en ingeniería de la construcción y poner un arranque remoto en el barro.

Si Colombia quiere ser grande en el trabajo, lo primero que se necesita es un cambio de mentalidad de los ciudadanos. Creyendo que Mega Ingeniería es posible con altísima calidad y estética posible, no ojos inútiles para justificar la ejecución del presupuesto. Segundo, el cambio cultural, entendiendo que el trabajo no es un trabajo para el enriquecimiento del funcionario que expide la aprobación y el constructor; Cada obra pública es un servicio social en el país. Los países desarrollados como Israel se basan en el supuesto de que todo se hace con excelencia para el Estado, sus ciudadanos y las generaciones venideras. En esa misma Colombia tuvo un gobernante excepcional, Gustavo Rojas Pinilla (1900-1975), Tri-State del Tri-State College (hoy Universidad de Indiana, Estados Unidos), que continuó hasta nuestros días. Sin duda trabajo, el mejor presidente.

En tercer lugar, se debe erradicar la cultura de ampliaciones contractuales y retrasos en la construcción de obras públicas; Si estadounidenses y japoneses pueden construir una calle en una semana y el hospital chino en unos días, ¿por qué no pueden hacerlo los colombianos? El colombiano promedio terminó aceptando como una trama constructiva ligeramente natural de polisado y barro en el paisaje de la ciudad. Si los colombianos quieren dejar de tener un país de obra mediocre, deben empezar por las prioridades de la disciplina, la excelencia, la decencia y abandonar lo hiperecológico. Un día será así.

León Ferreira

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