Economía

Ni en Gaza ni en Colombia no hay opción de violencia – En un click

Ni en Gaza ni en Colombia no hay opción de violencia

 – En un click

Recientemente se alcanzó un acuerdo de paz en Bucle nos recuerda que incluso en los escenarios lo que más destruye guerra Y para el dolor humano, el camino del diálogo sigue siendo la única forma legítima y sostenible de construir un futuro variado. La violencia armada, cuando se extiende y arraiga en las dinámicas sociales, genera heridas que incluyen a generaciones enteras y deja a niñas, niños y adolescentes expuestos a una realidad marcada por la pérdida, la inseguridad y la desesperanza.

Colombia conoce esa buena experiencia. Durante casi medio siglo, nuestro país pidió negociaciones sobre los conflictos armados, que descorazonaban a la sociedad, fragmentaban a las comunidades y golpeaban desproporcionadamente a los más jóvenes y sensoriales. Acuerdos de Paz firmados en 2016. Los actuales esfuerzos de diálogo con otros actores armados demuestran que la violencia armada nunca es eternamente eterna, a pesar de los obstáculos, las palabras pueden abrir caminos de respeto y reconciliación.

Aunque estos procesos no son perfectos, sus enfoques, que son causa de polarización y confrontación sin cumplimiento ni tiempo de inactividad, forman una lección fundamental. Sólo a través de negociaciones políticas o sumisión a la justicia, la escucha mutua y la acción integral para la transformación de las causas estructurales, es posible romper los ciclos de violencia y acercarnos al horizonte de la verdadera paz. Diálogo significa que está dispuesto a incluir al otro, con sus derechos y deberes, aceptando que ninguna verdad es absoluta y que el reconocimiento mutuo es la base de la convivencia.

La comparación con Gaz nos está permitiendo ver que el contexto puede ser diferente, pero los principios que en ningún caso de paz son universales. La dignidad humana, la justicia, el capital y el reconocimiento del otro, por diferentes que sean y tal vez, como interlocutor legítimo y base para la construcción de sociedades que dejen atrás el horror, la violencia, la pobreza y la exclusión. En ambos casos, no se trata sólo del cese de la violencia armada, sino de la posibilidad de que las generaciones presentes y futuras vivan con esperanza y en términos de respeto a la vida.

En medio de balas y bombas, los niños y adolescentes se han convertido en las personas más etiquetadas y simultáneas. Los niños colombianos sufrieron la gravedad del desplazamiento, el trabajo forzoso, el hambre y el miedo. En Bucle La infancia sobrevive entre ruinas, negación y demasiado pronto con tristeza. El sufrimiento de los niños es la prueba más generosa de que sin causa no justifica la destrucción de la vida. Frente a esta realidad, la solidaridad no puede depender de fronteras ni de identidades nacionales. Reconocer el dolor infantil en Palestina O en cualquier otro lugar del mundo es también un acto de humanidad que nos obliga a ampliar nuestra visión y fortalecer la empatía global.

En esta tarea las organizaciones de la sociedad civil jugaron un papel fundamental. Aunque Estados ajenos se relacionan con cálculos geopolíticos, hombres y mujeres han decidido arriesgar su libertad y seguridad para traer esperanza. Un ejemplo de los que se atrevieron a abordar Palestina Entregar ayuda humanitaria y vallas desmanteladas es una poderosa señal de que la solidaridad no es un discurso vacío. Es una acción concreta, la valentía es ante todo, la resistencia serena que provoca la indiferencia y rechaza los bloqueos que condenan a sufrir a naciones enteras. Este mismo coraje es el que necesitamos multiplicar en todos los ámbitos, incluido Colombia, donde se necesita de la sociedad civil para fortalecer su coordinación, movilizarse y defender la vida frente a la violencia armada presente.

Definir la vida de niños y adolescentes significa también examinar la estructura de la violencia que se reproduce en sus propios territorios. No basta con renunciar a la masacre y asesinato de líderes sociales, ni estos se quejan de las guerras en entornos remotos. Es necesario reconocer que más formas de violencia afectan a niños y jóvenes en Colombia. La pobreza, el abandono del Estado, la falta de acceso a una educación de calidad y a una salud preventiva son expresiones de una violencia estructural que requiere transformaciones en la decisión política y el compromiso de los ciudadanos.

La guerra no ofrece victorias duraderas y sólo deja pérdidas que se acumulan en la memoria de los humanos. El diálogo, aunque frágil y complejo, abre caminos para la reconciliación, la inclusión y la esperanza. Bucle Y Colombia nos recuerda que es posible abrir la puerta incluso cuando parece cerrada. La condena de la existencia en el camino de la paz debe liderar los procedimientos de los Estados, las organizaciones sociales y la comunidad internacional. La misma creencia debe llevar a un abrazo con la solidaridad de todos los niños del mundo, porque la humanidad se valorará en la forma en que tratemos a quienes más cuidados, ternura y amor necesitan en medio del accidente.

Luis Emil Sanabria

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