
Juan Roig lo dijo y una media España fue arrojada sobre él: «A mediados del siglo XXI no habrá cocinas». Discutir si era una profecía o una provocación simple interesada, Ocho millones de españoles ya le estaban dando bien. Aquellos que estaban comprando platos preparados, según alguien tan poco sospechoso de tener interés como el Agencia EFE.
No es que Roig sea un gurú visionario, simplemente estaba leyendo los datos que otros querían ignorar.
Los números hablan por sí mismos: el consumo de platos «listos para comer» comprados en supermercados (o en ese genio de Nombramiento‘Comerciantes’) Ha crecido 48% en solo dos años.
Mercadona tiene esta sección En 1.260 tiendaspero Lidl también lanzó su propia gamaAlcampo vende Hasta 200 platos diferentes según la tienda y El día tiene 180 productos como este. Incluso Ikea ha subido a ese automóvil: vender, más que ingredientes, soluciones.
Y No estamos hablando de comida chatarra o soluciones de compromisoAl igual que esas tortillas de papa empaquetadas que hicieron llorar a Belcebú. Ahora vemos paellas, croquetas caseras, lentejas, lásenes o tortillas de papa que saben exactamente lo que esperamos que sepan.
La tendencia va más allá del supermercado: en los últimos veinte años el consumo de este tipo de platos se ha multiplicado por cinco. Los supermercados simplemente lo están integrando en su oferta y aprovechando el hecho de que son un lugar de paso habitual, no un destino concreto como las casas de comida.
El matiz que explica este auge es que No estamos comprando exactamente comida, estamos comprando tiempo. Es un síntoma de cambio de nuestras prioridades. No estamos dejando de cocinar para perezoso, sino agotados.
Tal vez también porque tenemos más opciones qué hacer con ese tiempo recuperado. Nuestros padres tenían tres canales de televisión y las Dominales de Bar; Tenemos plataformas de transmisiónLos videojuegos, las clases en línea de yoga, las entradas baratas de Ryanair, los establecimientos orientados hacia «experiencias» y una oferta infinita de estímulos que compiten por nuestra atención.
Puede simplemente Estemos menos dispuestos a renunciar a esas dos horas de cocina cuando sabemos todo lo que podríamos hacer con ellos. Si agregamos el trabajo pagado, el doméstico, los desplazamientos y la atención, los días reales superan las 60 horas por semana, según el Encuesta nacional de condiciones de trabajo del ine.
Lo que compramos con cada plato preparado no es solo comida: es un descanso. Tiempo devuelto. Una tregua. Y por eso tienen éxito.
En | España se ha convertido en un país adicto a algo que hace algunos años disfrutó de Little Prestige: The White Brand
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