


El profesor Nelson Rangel-Buitrago, líder de la investigación, destaca la importancia de considerar estos ecosistemas en los inventarios nacionales de carbono.
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«Durante décadas, el carbono azul ha estado asociado exclusivamente a ecosistemas con vegetación. Este estudio demuestra que hay otros entornos, como las playas tropicales, que también pueden almacenar carbono de forma estable y natural», explica. Profesor Nelson Rangel-Buitrago, autor principal del estudio y profesor de la Universidad del Atlántico.
Las palabras de Ragnel están recogidas en una investigación internacional realizada por científicos y liderada por la Universidad del Atlántico, en alianza con la Universidad Ibn Zohr (Marruecos), el Institut Français de Recherche pour l’Exploitation de la Mer (Francia) y la Grand Valley State University (Estados Unidos).
El estudio publicado en la revista Catena (Elsevier) es, según Rangel, el primer estudio en el mundo que cuantifica el carbono almacenado en acumulaciones naturales de madera flotante en ecosistemas costeros sin vegetación.
El artículo, titulado “El potencial de carbono azul de la madera flotante costera: evidencia de la costa caribeña de Colombia”, demuestra que estas acumulaciones de madera depositadas en playas del Caribe colombiano pueden almacenar entre 123.000 y más de 1,1 millones de kilogramos de CO₂ equivalente por sitio, lo que representa un potencial climático hasta ahora ignorado en el marco del carbono azul.
Un descubrimiento de las playas del Atlántico
El trabajo de campo se realizó en siete playas remotas del Caribe central, incluidas zonas de la costa atlántica, donde los investigadores midieron la densidad, el volumen y la cobertura de madera flotante acumulada en la franja supralitoral.
A partir de estos datos, el equipo diseñó dos nuevos indicadores, el Woody Debris Abundance Index (WDAI) y el Woody Debris Coverage Index (WDCI), que permiten estandarizar y comparar el nivel de acumulación de madera entre playas con diferentes características geomorfológicas.
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Estos indicadores, junto con la superficie de la playa y la altura media del depósito, dieron lugar a un modelo predictivo sencillo y replicable con una precisión del 95%, capaz de estimar la cantidad de carbono almacenado a partir de mediciones básicas de campo.
Según la investigadora Adriana Gracia, también de la Universidad del Atlántico, “este trabajo amplía el concepto de carbono azul hacia los sistemas costeros poco estudia y ofrece nuevas herramientas para la gestión ambiental y mitigación basada en la naturaleza”.
Los científicos demostraron que La madera flotante actúa como un depósito pasivo de carbono comparable a los sedimentos anóxicos de los humedales.especialmente cuando permanece enterrado o semienterrado. Su resistencia a la degradación y su capacidad para atrapar sedimentos y plásticos ligeros lo convierten en un elemento clave para la estabilidad costera y la reducción de la contaminación marina.
Ciencia del Caribe para el mundo
El estudio refleja una cooperación interdisciplinaria entre investigadores de Colombia, Marruecos, Francia y Estados Unidos, quienes combinaron enfoques de la geología costera, la oceanografía, la ecología, la modelización ambiental y las políticas climáticas. Este trabajo, sostiene Rangel, constituye un ejemplo de cooperación científica entre el norte y el sur global orientada a la Objetivos de Desarrollo Sostenible 13 (Acción por el Clima), 14 (Vida Subacuática) y 15 (Vida de los Ecosistemas Terrestres).
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“El reconocimiento del carbono almacenado en la madera flotante abre nuevas oportunidades para los países costeros del sur global, ppermitiendo la integración de ecosistemas tradicionalmente ignorados en sus estrategias nacionales de mitigación climática”, señala el equipo.
Más allá del valor científico, el estudio tiene implicaciones para las políticas públicas. Los autores proponen incluir las acumulaciones de madera flotante en los inventarios nacionales de carbono y en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) en virtud del Acuerdo de París, dentro de la categoría de “materia orgánica muerta” del IPCC.
Esta inclusión permitiría contabilizar los reservorios pasivos de carbono y promover estrategias de conservación in situ, uso sostenible (como la producción de biocarbón, artesanía o compostaje) y fortalecer la bioeconomía circular costera.
«Este descubrimiento redefine la forma en que entendemos las playas tropicales. Driftwood ya está No debe verse como un residuo, sino como un activo ecológico. y un clima que merece ser protegido y gestionado”, concluye el profesor Rangel-Buitrago.
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