


La historia comenzó en Guilin, una ciudad industrial en el sur de China. A partir de ahí, salió un neumático de avión que voló más de 250 veces antes de ser retirado del servicio. Luego, como parte de la economía de reutilización, se usó como un amortiguador en un bote. Nadie sabe cuándo o cómo se lanzó, pero la corriente lo empujó durante meses, tal vez años, a través del Pacífico y luego en el Caribe, hasta que corre en Santa Marta, Colombia.
El neumático apareció en las playas del Hotel Santamar, en el sector turístico de Colorados. La portada de algas, crustáceos y letreros de un largo viaje, llamó la atención del personal del hotel. No era basura común. Tenía códigos de identificación y medidas técnicas impresas que permitían rastrear su origen: China.
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Un hallazgo que se convirtió en la oportunidad
Nadie sabe cuándo o cómo se lanzó, pero la corriente lo empujó durante meses, tal vez años. Foto:Archivo privado
«Cuando la encontramos, sabíamos que no era nada. Estaba lleno de vida marina, era un objeto con la historia, con un mensaje. No podíamos simplemente tirarlo», dice Ricardo Cáceres, a cargo del programa ambiental del hotel.
Así es como surgió la idea de transformarlo en una herramienta educativa. Lo bautizaron «Sofía, el neumático itinerante» y comenzaron a trabajar en alianza con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) para convertir sus hallazgos en una campaña de concientización.
Los jóvenes aprendices de Sena ayudaron a construir una narrativa a partir de su viaje: una historia de contaminación global, pero también de transformación y segundas oportunidades. Con el apoyo de los instructores, crearon un libro iluminado, desarrollaron material pedagógico y diseñaron conversaciones para visitantes, estudiantes y comunidades.
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La mayoría de los desechos marinos no se convierten en símbolos. La mayoría de los mata a la fauna. Foto:Archivo privado
Para los expertos, el caso de Sofía no es un evento aislado. Según los datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Más de 11 millones de toneladas de desechos plásticos e industriales terminan en los océanos cada año. Muchos provienen de Asia y viajan distancias impensables.
«El neumático viajó más de 17,000 kilómetros porque los océanos no tienen fronteras. Lo que arrojamos en una costa puede terminar afectando a otros miles de kilómetros de distancia ”, explica el bióloga de Mariana Fajardo, quien ha acompañado los procesos de educación ambiental en la región del Caribe.
Aunque esta historia tuvo un resultado positivo, este no siempre es el caso. «La mayoría de los desechos marinos no se convierten en símbolos. La mayoría mata a la fauna, contamina los ecosistemas y termina en microplásticos que consumimos sin darnos cuenta», dice Fajardo.
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De residuo al símbolo
Hoy, Sofía ya no está en el mar, pero continúa cumpliendo su viaje. Se exhibe en actividades escolares, exposiciones turísticas y eventos ambientales como un símbolo de lo que se puede hacer cuando se combina la conciencia, la creatividad y la educación.
«Queremos que esta historia no permanezca sola en la anécdota. Sirve como un espejo: así como ese neumático viajó a la mitad del mundo debido a nuestras malas prácticas, también puede viajar en las mentes de aquellos que lo conocen, como un llamado a la acción», dice Juan Camilo Rodríguez, formador de la Seine.
En un mundo saturado de noticias negativas sobre el medio ambiente, la historia de Sofía muestra que Los desechos también pueden contar historias con propósito. Que incluso de la contaminación se puede nacer una oportunidad para educar, cambiar y actuar.
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