






En un hilo del subreddit r/Millenials de Reddit, un usuario llamado Blue_Bi0hazard contado eso se había registrado en SpaceHeyun curioso clon de MySpace, y dos cosas me alegraron. El primero, por la personalización que ofrecía esta nueva red social. «No soporto las redes sociales de hoy», explicó. «Apenas hay personalización, todo es gris y simplificado. Recuerda cómo era MySpace o Tumblr: allí realmente sentías que tu perfil te representaba».
En segundo lugar, por cómo el algoritmo se ha apoderado de todo: en SpaceHey, explica, «tu feed es cronológico, en lugar de lo que Facebook o Twitter creen que deberías ver, más los malditos anuncios».
Estas críticas no son nuevas y desde hace algún tiempo han provocado una revolución en Internet única. Las comunidades pequeñas están volviendo a utilizar clones de MySpace como EspacioOyeo GeoCities, como Neociudadesy aunque su alcance es limitado, son el síntoma de algo muy preocupante.
Más allá de la nostalgia
Detrás de estos gestos aparentemente nostálgicos, se dibuja algo más profundo. No sólo el deseo de volver a un diseño retro, sino de plantear una especie de demanda digital. Un “quiero volver a tener mi rincón” en un mar de feeds que ya no nos pertenecen y sobre los que no tenemos control.
El regreso a MySpace, o mejor dicho, a algo que lo evoque –como SpaceHey– es en realidad un acto crítico y rebelde. Es un gesto que dice «Estoy cansado de que Internet actual me convierta en consumidor y no en usuario, que todo lo que hago esté sujeto al algoritmo, a la suscripción y a los anuncios». Y ahí es cuando ese regreso a aquellos refritos del pasado adquiere ese otro significado. La de una protesta más o menos silenciosa.
Hace veinticinco años, abrir el navegador era como hacer zapping digital y extremadamente estridente. Los blogs de aficionados se intercalaron con foros locales, perfiles con GIF parpadeantes, contadores de vistas (¡contadores de vistas!) y páginas que no se abrían solas, pero que también tenían música en reproducción automática.
Era el Internet de los años 2000. GeoCities, LiveJournal, ICQ, Friendster, Blogger y MySpace conquistaron a los usuarios y lo hicieron sin apenas algoritmos. Era una internet más hippiedesordenado e impredecible pero lleno de personalidad. Los perfiles eran espacios propios, no escaparates optimizados para hacer clic.
Ahora recordamos con cariño aquella época y sonreímos al darnos cuenta de que Internet estaba lleno de defectos. Los tiempos de carga eran mucho más largos, el manejo de HTML era casi un oficio y las mezclas de fuentes y diseños a menudo daban como resultado páginas web estridentes y llamativas.
Sin embargo, también tenían virtudes. Te dejan cometer errores sin cobrarte por ello. Te dejan ser raro sin tener que pedir permiso. Nadie (o casi nadie) tenía que vender nada, y nadie sabía todavía que acabaría vendiéndote a ti (o a tus datos). Era Internet como taller, no como galería o escaparate.
pero entonces llegó la estandarización. Con Facebook, YouTube, Google o más tarde Instagram y TikTok, se nos prometió orden, eficiencia y conexión global. Internet pasó de ser un territorio propio a una plataforma de servicios en la que los perfiles se volvieron uniformes, los cronogramas idénticos y las reglas impersonales.
La «enshitificación» de Internet
Así hemos llegado al cansancio digital que muchos viven hoy. Se abren 20 pestañas y aparecen los mismos anuncios, los mismos formatos y los mismos gigantes. Internet ya no es tanto un «sitio» sino un «medio» en el que sólo consumimos, y lo que hacemos más que explorar y navegar es acabar siendo víctimas del doomscrolling.
Aquí es donde entra en juego el concepto. «enshitificación» («mierda», en una traducción libre) acuñado por el escritor Cory Doctorow. Este neologismo, como se explicó recientemente en una entrevista con VoxDescribe la deriva de muchas plataformas online, aunque es aplicable a todo tipo de empresas:
«Al principio son excelentes para los usuarios finales. Luego encuentran formas de retener a esos usuarios (costos de cambio, efectos de red, contratos, DRM) y una vez que los usuarios quedan atrapados, la empresa empeora el producto para obtener más valor. Luego usan ese excedente para atraer clientes comerciales (anunciantes, vendedores, creadores), los atrapan y comienzan a empeorar el producto también para el lado comercial. Al final, todos quedan atrapados y la plataforma se convierte en un montón de basura. Puedes ver esto en lugares como Google, Facebook, Uber y Amazon.
En otras palabras: lo que empezó siendo prometedor se vuelve mediocre, predecible y orientado a las ganancias, no al usuario. La mierda se manifiesta claramente en Internet hoy en día de varias maneras. Lo hace con suscripciones obligatorias, con algoritmos que deciden lo que ves, con anuncios constantes y con datos que ya no parecen tuyos sino que te convierten en una simple mercancía. Antes abrías un blog para publicar lo que querías. Ahora el objetivo parece ser ganar clics o provocar compromiso.
Todo ello ha provocado que los usuarios se conviertan en públicos objetivos, consumidores e incluso simples datos. Parece que ya no hay tiempo para navegary sólo lo tenemos para consumir lo que nos ofrecen los algoritmos. En Reddit alguien preguntó si otros sintieran nostalgia por el Internet de los años 2000 y los comentarios fueran concluyentes. El primero de ellos, de hecho, lo dejó claro: «ya nada parece auténtico».
Reviviendo MySpace
Ahí es donde plataformas como SpaceHey, que apareció en 2020 y está totalmente inspirado en MySpace. Su creador, un joven alemán llamado Anton Röhm y apodado «An» en la plataforma, es de hecho el contacto que por defecto se añade a tus «amigos» en la plataforma, como en MySpace añadiste el de su creador, Tom Anderson.
Como buen clon, las similitudes entre SpaceHey y MySpace van mucho más allá. En SpaceHey brilla la personalización, y esa estética de principios de 2000 Se evidencia en diseños estridentes e impactantes. La red social -que cuenta con alrededor de dos millones de usuarios- no pretende competir con Facebook o Instagram, pero permite a sus usuarios recuperar parte de esa sensación de libertad y control que tenían con MySpace.
Incluso los propios usuarios reconocen que la experiencia es llamativa y la disfrutan… un rato. Tras esos primeros momentos de reencuentro nostálgico, los usuarios parecen acabar usarlo esporádicamente o abandonarlo completamente la plataforma. no es extraño: Quise probar la experiencia yo mismo y encontré una comunidad muy joven: adolescentes de 13 a 15 años, algo que otros han confirmado– que apenas publican. Y sin contenido, parece complicado que los usuarios regresen.
Pero no se trata sólo de SpaceHey. Hay otras “islas” de Internet que parecen albergar ese deseo de volver a esa vieja Internet. Si SpaceHey es un clon de MySpace, Neociudades Es de las míticas GeoCities. En la misma línea está tilde.clubque lleva 10 años ofreciendo una propuesta dirigida a usuarios que quieran personalizar sus pequeños rincones web y aprender en el camino. No muchos Parecen ir más allá del registro y la puesta alguna pancartaparece, aunque otros si se benefician de la experiencia.
Aun así, en estos sitios uno tiene ese otro lugar en el que experimentar con la edición HTML, la reproducción automática de música y en general evitando el algoritmo tradicional. Recuperas un poco más la autoría de tu página web, te expones a errores y es dueño del hágalo usted mismopara bien y para mal. La autonomía se convierte en un valor, y en una internet dominada por las grandes plataformas, la propuesta resulta atractiva.
También hay otros elementos destacables en estas plataformas. Aquí el descubrimiento por casualidad, casi completamente aleatorio, brilla más que nunca. En SpaceHey realmente fomentan esta serendipia digital, porque en su sección de navegación («Examinar») hay un pequeño enlace en la sección «Usuarios activos» titulado «[random]».
Si haces clic en él, te llevará a la página de SpaceHey de uno de sus usuarios de forma totalmente aleatoria. Acudir a ese recurso es atractivo, pero lo que seguro conseguirás es traerte más de una sorpresaporque los diseños de SpaceHey no dejan indiferente a nadie… sobre todo cuando nos hemos acostumbrado a que todo sea más o menos elegante, claro y, en cierto sentido, gris.
Estos sitios están diseñados para perderse en la web, de modo que no todo son noticias o un tema viral que todos comparten. De hecho, es normal que te encuentres con cosas antivirales.
Dicho esto, con estas plataformas no se trata precisamente de revivir aquel internet de principios de los 2000. Lo que realmente buscan es imaginar otra realidad digital. Uno menos corporativo, menos vigilado, más tuyo.
Quizás el MySpace que anhelamos no sea un sitio web, sino una sensación. El de abrir el navegador sin demasiadas expectativas, el de “navegar” por curiosidad, cometiendo errores sin que sea un problema. Si algunos encuentran algo como esto nuevamente, incluso si es un clon, tal vez sea una señal de que cuando alguien intenta quitar lo bueno de Internet, tratamos de reclamarlo.
En | Todas las veces que a lo largo del siglo XX nos imaginamos en Internet