Algunos dijeron que el dragón del dólar decidió tomarse un descanso y que los reinos del sur -Colombia, Chile y sus vecinos- continuaron prosperando bajo un sol inesperadamente generoso.
En la plaza principal, los comerciantes discutían una nueva innovación: el gremio Bancolombia presentó con orgullo sus cuentas, mostrando un crecimiento del 23%. «Es una buena señal», murmuraron los sabios, «que el comercio todavía respira, a pesar de las tormentas del norte».
Cerca de allí, el Ministerio de Finanzas utilizó una estrategia silenciosa. Movieron piezas en el tablero de la deuda pública, intentando suavizar los vencimientos que se acercaban a marzo y junio. Si lo logran, el reino ganará tiempo y estabilidad antes del próximo invierno financiero.
Pero no todo fue celebración. En los rincones del mercado se escuchaban fuertes discusiones sobre el salario mínimo. El Consejo Obrero exigió que se aumentara a 1.800.000 piezas de oro, mientras que el Consejo Bancario advirtió que este hechizo, si se lanzaba descuidadamente, podría despertar el demonio de la inflación.
En el vecino reino de Chile, los colegios electorales se preparaban para una nueva contienda. Los magos del dinero observaban atentamente: sabían que lo que sucediera allí podía predecir los vientos políticos de Colombia. Aunque el candidato de izquierda ganó fuerza en la primera vuelta, las runas de la segunda indicaban un destino incierto. Y, sin embargo, el mercado, el viejo zorro, no se dejó impresionar y siguió su curso con serenidad.
Mientras tanto, en Colombia, las profecías de las encuestas hablaban en cifras complicadas: nadie superaba el 20% de intención de voto, y el 60% del pueblo permanecía indeciso, mirando al horizonte sin saber a quién confiar el timón. En los pasillos del poder, algunos hablaban de la fuerza de la derecha, otros de la resistencia de la izquierda… pero los más sabios apuntaban al centro, ese terreno poco explorado donde se podrían decidir las batallas del futuro.
Así cerró la semana en el reino del sur: tensiones y promesas, magia económica y política en pleno movimiento.
Y aunque las corrientes globales soplan fuerte, parece que los reinos latinoamericanos han aprendido algo valioso:
Que incluso en medio del caos aún puedes bailar con el destino… si tienes buen ritmo y nervios de acero.
Fabián Herrera
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