


Por: Editorial Política EJE 21
La Paz, 19 de octubre de 2025. Bolivia se encamina hacia elecciones decisivas. El 19 de octubre, por primera vez desde que se creó la papeleta en 2009, los bolivianos acudirán a las urnas sin un candidato presidencial de izquierda. El duelo entre el liberal Rodrigo Paz y el ex presidente conservador Jorge «Tuto» Quiroga no sólo marca el fin de la era del Movimiento Al Socialismo (MAS), sino que también muestra el alcance de la reestructuración política que vive el país después de casi dos décadas de gobierno evista.
Sin embargo, la disputa no es entre dos visiones opuestas de país, sino dos versiones de un mismo cambio: la transición hacia un modelo económico más liberal, con diferentes velocidades y adaptaciones. Ambos candidatos prometen corregir los excesos estatistas heredados del MAS, pero sus métodos -y sobre todo sus alianzas- los diferencian marcadamente.
El escenario es dramático. La crisis económica de Bolivia ha descarrilado la retórica de la «central de gas» que apuntaló el éxito político de Evo Morales. La inflación ha alcanzado sus niveles más altos en dos décadas, la escasez de combustible está paralizando regiones enteras y las reservas de divisas del Banco Central están en un mínimo histórico. Mientras tanto, los grandes proyectos de industrialización del litio siguen estancados, atrapados entre la burocracia, la corrupción y la falta de inversión extranjera.
Frente a esta visión, el país se debate entre dos caminos que comparten destino, pero no estilo: el drástico ajuste económico bajo el liderazgo tecnocrático de Quiroga o la apertura gradual con sensibilidad social bajo Paz.
Quiroga y la promesa de asimilación
Jorge «Tuto» Quiroga, quien gobernó Bolivia de 2001 a 2002, está tratando de capitalizar el descontento generalizado con la gobernanza económica del MAS. Su discurso llama a la disciplina fiscal, la inversión privada y el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales.
Según su relato, el país debe abandonar la «ilusión de un Estado empresarial» y volver a la ortodoxia de los años 1990: menos subsidios, menos burocracia y un Estado que sirva al mercado, no un sustituto. Quiroga ha prometido un «plan de rescate económico radical», que incluye la eliminación de los subsidios a los combustibles, la privatización de empresas públicas deficitarias y la eliminación de ministerios que considere innecesarios.
«Vamos a poner fin a la inflación que está carcomiendo los bolsillos de los bolivianos», dijo recientemente en un mitin en Santa Cruz, donde busca consolidar su principal bastión electoral. Sus críticos, sin embargo, recuerdan que fue precisamente el ciclo privatizador de los años 90 -como gobiernos a los que perteneció- el que sentó las bases del descontento público que hizo que Evo Morales surgiera.
A pesar de su experiencia, Quiroga enfrenta un desafío organizativo: gobernar sin mayoría parlamentaria. Su partido apenas controla un tercio del parlamento, lo que podría obligarlo a cerrar acuerdos con bloques más pequeños o incluso con sectores moderados del MAS. En este escenario, su capacidad para implementar reformas de choque dependerá de su capacidad para negociar sin perder legitimidad social.
Rodrigo Paz, el liberalismo moderado y el intento de una «tercera vía»
Rodrigo Paz, actual senador y ex alcalde de Tarija, ha tratado de posicionarse como la cara de un nuevo liberalismo: menos dogmático, más pragmático y con sensibilidad social. El hijo de 47 años del expresidente Jaime Paz Zamora busca representar una generación política que quiere superar la polarización entre el estatismo del MAS y la Vieja Derecha ortodoxa.
Su discurso es simple, casi retórico, pero efectivo: «La ideología no pone comida en la mesa. Bolivia no es socialista: trabaja, comercia y vive del trabajo duro». Paz defiende el fortalecimiento del sector privado, especialmente de las pequeñas y medianas empresas, pero también la continuidad de los programas sociales que protegieron a los sectores más vulnerables durante los años de bonanza.
A diferencia de Quiroga, no propone un legado del MAS rompedor, sino una adaptación. Su plan económico apuesta por la descentralización fiscal, incentivos a la inversión local y una política energética mixta que combine la explotación de recursos naturales y nuevas industrias tecnológicas. «No se trata de privatizar la tierra, sino de hacerla producir», afirmó en varios debates.
Uno de sus mayores activos es su compañero de fórmula, Edman Lara, un ex gendarme que se convirtió en un fenómeno mediático por las denuncias anticorrupción en las redes sociales. Su presencia ha inyectado energía y conexión con un voto joven y popular, un área donde la derecha tradicional suele flaquear.
Paz, sin embargo, enfrenta el desafío de consolidar el liderazgo de la nación. Su personalidad es considerada demasiado urbana y moderada por algunas industrias y demasiado liberal por los nostálgicos votantes del MAS. Su desafío será convencer a los bolivianos de que su proyecto no es una recreación del pasado, sino un puente hacia un nuevo modelo de desarrollo.
Tierra en tránsito: el fin del ciclo del MAS y la búsqueda de un nuevo consenso
Lo que está en juego este 19 de octubre no es sólo quién gobernará Bolivia, sino qué país emergerá del colapso del modelo de Estado. La salida del MAS del ámbito electoral marca el fin de una era política que, con sus luces y sombras, transformó profundamente el tejido social del país.
El voto cero que presentó Evo Morales a modo de protesta tiene escaso apoyo, apenas el 3,5%. La mayoría de los bolivianos parecen haber aceptado que el ciclo del «Estado utilitario» ha terminado, aunque nadie se atreve a celebrar su funeral político. Fragmentado y sin un liderazgo claro, el MAS ha dejado un vacío que ni los conservadores de derecha ni el neoliberalismo han podido llenar por completo.
Ambos candidatos -Quiroga y Paz- coinciden en que Bolivia debe reingresar al mundo, reactivar la inversión extranjera y restaurar la confianza del mercado. Pero el problema es cómo hacerlo sin repetir los errores del pasado: desigualdad, exclusión y una economía dependiente de los precios globales.
En términos políticos, la elección presenta una paradoja: Bolivia gira hacia la derecha, pero continúa exigiendo justicia social; Se aleja del antiimperialismo, pero no renuncia a la protección del Estado; Busca modernizar su economía, pero sin destruir la sustancia popular que le dio estabilidad en el siglo XXI.
Análisis electoral
La segunda vuelta de 2025 podría marcar el comienzo de una nueva era política en Bolivia, dividida entre el realismo y la nostalgia, entre la asimilación y la participación. Quiroga representa las experiencias y riesgos del pasado; La paz encierra la promesa de una renovación, aunque todavía sin una estructura sólida.
Lo que se define este 19 de octubre no es sólo el nombre del próximo presidente, sino el modelo de país que Bolivia quiere ser después de dos décadas de estatismo y populismo: uno que busca modernizarse sin romperse, o uno que repite viejos intentos de integración y descontento.
Cualquiera que sea el resultado, el cambio es ahora irreversible: por primera vez en mucho tiempo, Bolivia está entrando en un ciclo en el que la izquierda ya no dicta el guión. El desafío será escribir el nuevo capítulo sin que el país pierda su cohesión social ni su alma política.