
A las 12:33 del 28 de abril, el sistema eléctrico peninsular colapsó. Voltaje cero. Cero electricidad. En segundos, millones de personas quedaron sin suministro. La luz regresó en horas, pero la opacidad continúa. ¿Quién falló? ¿Por qué las centrales eléctricas que cargaron por mantener la estabilidad actuaron cuando más las necesitaban? El informe oficial lo detalla con tecnicismos. Las empresas involucradas están cubiertas por la confidencialidad. Pero los datos revelan una verdad incómoda: cuando todo salió, muchos no estaban donde deberían.
Se cobran por estabilizarse. Pero nadie actúa aquí. El problema es que el mercado de electricidad española, ciertas centrales convencionales, nucleares, de gas y carbón reciben pagos adicionales por estar disponibles para estabilizar la tensión cuando hay desequilibrios. Los días del apagón fueron varios programas, pero, Según el informeMuchos de ellos eran indispensables por tareas de mantenimiento, recargas o desgloses, justo cuando el sistema las necesitaba más.
La advertencia del sistema. El 22 y 24 de abril, las oscilaciones anómalas ya estaban registradas en tensión. El 28, la situación empeoró: dos grandes oscilaciones, una rápida y una lenta, desestabilizaron la red por completo. Del documento rojo eléctricoEl epicentro era una planta fotovoltaica en Badajoz, que oscilaba sin control. A partir de ahí, la tensión se derrumbó en una cascada. Algunas plantas intentaron acoplarse, pero no llegaron a tiempo. El sistema cayó en 30 segundos.
En la parte más estructural. Cada Great Electric tiene su propia estrategia de soporte: Endesa está comprometida con nuclear, Naturgy for Gas, Iberdrola para la hidráulica. Pero todos comparten algo en común: las centrales que dan estabilidad al sistema están en manos de los mismos actores que dominan el mercado de electricidad tradicional. Lo preocupante no es que cobren por estar disponible para actuar, sino que, cuando no lo hacen, no hay consecuencias claras. El informe oficial Reconocer esa información Era un acceso confidencial y voluntario y que la mayoría de las empresas no permitían difundir sus datos. No responsable, sin sanciones, sin reforma.
Todos son culpados, nadie responde. Lo que ha seguido es una cadena de reproches: el gobierno culpa a Eléctrica roja; La red eléctrica culpa eléctrica; La electricidad culpa al gobierno y a Eléctrica roja. Y mientras tanto, los ciudadanos aún no saben qué compañía no cumplió con uno de los momentos más críticos para el sistema eléctrico.
Un patrón que se repite. Como ha señalado Eloy Sanz, profesor e investigador de la Universidad Rey Juan Carlos, en sus redes sociales, la gran electricidad maximiza los beneficios de acuerdo con su conveniencia tecnológica. Las energías renovables, que deberían liderar la transición, se subordinan o se usan como coartada. El resultado: un sistema vulnerable, sin responsabilidad.
Una conclusión inevitable. El informe propone algunas medidas técnicas y recomendaciones al Consejo de Seguridad Nacional. Pero no exige sanciones ni identifica responsable. Tampoco hay una medida clara para obligar a las empresas a hacer públicas sus fallas. Ni siquiera hay una reforma de los mecanismos de confidencialidad.
Una cosa está clara: el 28 no fue solo un apagón eléctrico. También fue un apagón de responsabilidad.
Imagen | Pxhere
| En un intento desesperado de evitar el apagón, Ree intentó comenzar un centro de gas siete minutos antes del desastre