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El secuestro confirmando el regreso a los días oscuros – En un click

El secuestro confirmando el regreso a los días oscuros

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Bogotá 7 de septiembre de 2025. 5 de septiembre de 2025, en San Miguel, Corregimiento de la Plata, Huila, la historia se repitió nuevamente. Ana Beatriz Sánchez, la líder de la comunidad, fue secuestrada por miembros de Hernando González Acosta Front, por Isaias Pardo Central Block, frente a FARC bajo la dirección de la mordedura de alias Iván. Una escena que parece trazarse desde los años más oscuros de la guerra, pero que hoy tiene lugar en un país que prometió no regresar a ese pasado.

El agente confirmó el hecho e instó a la víctima que la víctima requiere drogas diarias. Sus relaciones apelan a la ley humanitaria internacional y requieren respeto por la vida. Pero en las áreas, estas palabras suenan agujero: no hay garantías, no hay un estado efectivo del estado y las comunidades enfrentan su destino.

Es horrible que la historia de Ana Beatriz no esté aislada, es estable. Este año, más de cien líderes de miembros han sido asesinados. Según la oficina del fiscal, es 136, Indepaz reconoce 105 y las Naciones Unidas han confirmado 41. La división de los números refleja síntomas graves: un estado que no puede estar de acuerdo incluso en el conteo de fallecido. Y mientras los organismos conflictivos, se violan el progreso. Hoy, en Colombia, matan a los líderes sociales cada día y medio.

Si el desarrollo no se rompe, 2025 cerrará con un peor equilibrio con 2022, cuando más de 200 líderes fueron asesinados. La promesa de la paz se convirtió en un espejo. Las cifras confirman lo que se está respirando en las áreas: volvemos al pasado y con más crueldad.

Lo que sucede en Huila se repite en el valle. El 15 de agosto en Palmira, mató a Álvaro Roncio, presidente de la Junta Comunitaria de Tenjo. La semana anterior, en Jamundi, Ruhalt Martínez fue asesinado. Los crímenes ya no se centran en las montañas apartadas: también golpean el distrito de los bancos urbanos y de pera y fortalecen la instalación de estructuras armadas que se colocan sobre la sangre y el fuego.

La verdadera antecedentes de este panorama es político. El gobierno exige hablar sobre la paz completa, pero la guerra existe en las regiones. Los discursos en Bogotá se han convertido en una retórica que no puede ocultar la incapacidad de contener violencia. Los oponentes y otros campos de batalla armados trabajan con total libertad, porque saben que las reacciones institucionales son débiles, desarticuladas y tarde.

El Ana Beatriz Sánchez no es solo un crimen contra los líderes, es el X -Ray el que se remonta. Colombia parece estar en un ciclo de vida eterno donde no se cumplen los tratados de paz, los líderes sociales son silenciados y el estado reducido en el espectador indefenso. Lo que está en juego no es solo la vida de una mujer, sino la credibilidad de un gobierno que prometió transformar el país y terminó repitiendo la historia que juró dejar atrás.

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