
Un equipo de científicos, analizando las diminutas e invaluables muestras del asteroide Ryugu traído a la Tierra por la misión Hayabusa2, ha realizado un descubrimiento que sacude nuestra comprensión del agua en el sistema solar primitivo. El descubrimiento, publicado en el prestigioso revista Naturalezarevela que agua líquida fluyó en el cuerpo progenitor de Ryugu más de mil millones de años después de su formación. Algo que cambie nuestros paradigmas.
Contradicción. Este nuevo descubrimiento contradice la creencia de que la actividad del agua en los asteroides era un fenómeno exclusivo de la historia temprana de nuestro sistema solar. Y lo más importante, podría obligarnos a recalcular cuánta agua trajeron estos cuerpos a una Tierra joven.
Muchas dudas. La historia de cómo nuestro planeta se convirtió en un mundo acuático todavía tiene lagunas. Una de las teorías más aceptadas es que asteroides carbonososFormado a partir de hielo y polvo en los confines del Sistema Solar, actuó como un servicio cósmico de «entrega de agua» para los planetas interiores. La misión Hayabusa2 de JAXA nos ha brindado una oportunidad única de estudiar este proceso al traer 5,4 gramos de material puro del asteroide Ryugu.
Y esto es muy importante. Si bien los meteoritos que caen a la Tierra se modifican por el contacto con la atmósfera y el medio ambiente, las muestras de Ryugu son una cápsula del tiempo casi perfecta. Esto se debe a que en su interior se conserva un registro perfecto de la actividad del agua, prueba de que los fluidos se movieron a través de sus rocas antes de lo esperado. Esto es algo fundamental que cambia la forma en que pensamos sobre de dónde proviene el agua de los asteroides y termina en nuestros planetas.
Reloj isotópico. Para llegar a esta conclusión, el equipo recurrió a un «datación radiométrica«basado en isótopos: la desintegración radiactiva del lutecio-176 en hafnio-176. Algo que puede ser similar a la prueba del ‘Carbono-14’ que es más conocida.
En un objeto tan antiguo como el padre de Ryugu, se esperaría que la proporción de estos elementos siguiera una línea predecible, conocida como isócronoque data de hace 4.565 millones de años. Pero los datos de Ryugu no se ajustaban a estos modelos. Las muestras se desviaron de esa línea de «referencia» que mostraba un exceso de hafnio (o una deficiencia de lutecio).
Para entender por qué, primero se descartó que se debiera a una desintegración acelerada o a los efectos de la radiación cósmica. Esto hizo que la conclusión fuera diferente a la de que, en algún momento, un líquido «lavó» y quitó parte del lutecio de las rocas del asteroide.
Las razones. El evento que desencadenó este tardío flujo de agua fue, muy probablemente, un impacto violento. Si bien la primera actividad acuosa, que ocurrió en los primeros siete millones de años del sistema solar, fue impulsada por el calor proveniente de la desintegración de elementos radiactivos, este segundo evento fue diferente.
En concreto, hablamos de un impacto en el cuerpo del ‘padre’ de Ryugu que habría generado calor suficiente para derretir el hielo que había permanecido congelado en su interior durante eones, y al mismo tiempo, habría creado fracturas en la roca que emergieron como canales por los que fluía agua líquida.
En la Tierra Primitiva. Si los asteroides como el padre de Ryugu fueron capaces de retener no sólo minerales hidratados sino también grandes cantidades de hielo de agua durante más de mil millones de años, su potencial para ‘regar’ otros planetas es mucho mayor de lo esperado.
Los modelos actuales de formación de planetas terrestres podrían estar subestimando la cantidad de agua aportada por estos cuerpos. Según este estudio, los planetesimales tipo Ryugu podrían haber introducido en la Tierra entre dos y tres veces más agua de lo que comúnmente se estima. Esto tendría implicaciones directas en nuestra comprensión del origen de los océanos, la atmósfera y, en general, las condiciones que hicieron posible que todos viviéramos aquí.
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