
En la acera Las Canoas, el área rural de Pivijay (Magdalena), el dolor y el abandono se mezclan con balas y sangre. Los cuerpos de Jaider Ospino y Jeider Mendoza, amigos y comerciantes de Alevinos del platofueron transportados en motocicletas por sus propios familiares, dentro de las bolsas de plástico, después de ser asesinados por supuestos grupos armados ilegales. Nadie de la policía, la oficina del fiscal o la medicina legal llegó a la escena.
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La escena, que rompe todos los protocolos judiciales para un levantamiento, se ha vuelto recurrente en esta parte de la Magdalena. YEl defensor de los derechos humanos de Lerber Dimas fue quien denunció el caso en las redes sociales, Acompañándolo con una pregunta que resume la desolación: «¿Hay territorios prohibidos para la policía y la oficina del fiscal?»
Los dos comerciantes habían sido convocados por un grupo armado para una supuesta reunión que buscaba «arreglar las cuentas» después de meses de amenazas y extorsión. Si no asistieron, el riesgo se transfirió a sus familias. Vinieron con la esperanza de negociar, pero fueron emboscados. Fueron arrojados a la carretera durante horas, hasta que sus familias, conscientes de las fotos que circulaban en las redes sociales, decidieron recogerlas.
«Hay áreas en las que la policía no entra»
Lerber Dimas dice que no son casos aislados. Según él, en varias áreas de Magdalena, especialmente en Pivijay, Platón y San Ángel: la fuerza pública evita entrar a través del control territorial ejercido por el clan del Golfo, También conocido como el ejército de Gaitanista de Colombia. «Una patrulla de cuatro policías no entrará para recolectar un cadáver en un área donde hay 50 o 60 paramilitares armados», advierte.
Explica que el corredor rural que conecta la subregión de Río del Magdalena con el sur de Bolívar es crítico: rutas remotas, con acceso difícil, donde LLos grupos armados controlan las carreteras, observan poblaciones y deciden quién entra o se va.
La situación no es nueva. En el distrito de Palmor, por ejemplo, se han informado casos en los que el levantamiento de un cuerpo toma días o es realizado por los campesinos enviados por las propias autoridades. La consecuencia es que la cadena de custodia se rompe y muchos homicidios ni siquiera están registrados oficialmente.
La policía aumentó las operaciones de seguridad. Foto:Policía
Según las organizaciones locales, este año en Pivijay, se han registrado 21 homicidios, más tres casos adicionales que no aparecen en cifras oficiales porque las familias retiraron los cuerpos sin esperar autoridad.
La versión policial
Consultado por la época, el coronel Javier Alberto Duarte Reyes, comandante del La policía de Magdalena negó que haya «áreas de cierre» para la fuerza pública.
Según él, la ausencia en algunas encuestas se debe a protocolos y distribución de responsabilidades entre la policía judicial y la CTI de la oficina del fiscal.
“Las familias se desesperan, invaden la escena y recolectan el cuerpo sin esperar a las autoridades, rompiendo la cadena de custodia«, Dice.
Duarte asegura que la presencia en las zonas rurales haya sido reforzada y que se hayan obtenido golpes significativos contra las estructuras criminales. Cita como ejemplo reciente la captura de Albeiro Contreras, también conocido como Extorsión de plomo y homicidios en el centro del departamento.
Control del clan del Golfo
Las autoridades reconocen que la subestructura Sergio Antonio Carrascal Gómez, del clan del Golfo, opera en municipios como Chibolo, Zapayán, Pedraza y Platón y áreas de Pivijay. El grupo, según la policía, está vinculado a homicidios, extorsión y tráfico de drogas.
La operación para capturar alias «El Gordo» se llevó a cabo en el Apure Corregimiento (plato) y dejó a un presunto miembro herido, dos fugitivos y dos heridos uniformados por chips.
En las zonas rurales, la policía lleva a cabo requisitos y operaciones de control. Foto:Policía
Aunque la acción se presentó como un éxito del plan Agamenón y la estrategia HE2, en las comunidades la sensación de que las acciones son puntuales y que el poder de los grupos armados permanece intacto.
La viralización del horror
En Pivijay, la muerte ya no viene con una notificación oficial. Los miembros de la familia descubren que un ser querido ha sido asesinado cuando ven su foto circulando en Facebook o WhatsApp. Las imágenes de cuerpos equilibrados se comparten sin filtros, lo que aumenta el impacto psicológico en pequeñas comunidades donde todos se conocen.
La escena familiar que mueve cadáveres en motocicletas o camiones improvisados ya no sorprende a nadie. Pero duele. «Es indigno y traumático», dice un líder de la comunidad que pide no revelar su nombre. «No se debería tener que cargar a su hijo muerto en sus brazos, Pero si no lo hacemos, se arroja a la carretera. «
Un territorio sin estado
Para Dimas, lo que vive Pivijay es el espectáculo más crudo de un departamento «ampliamente paramilitarizado» donde el estado ha producido control rural a los grupos armados. El abandono se traduce en miedo, silencio y normalización de la violencia.
«Las personas están confinadas. Saben que hay armas, saben quién comanda, pero no pueden hablar. Y Cuando matan a alguien, saben que las autoridades no vendrán«, Resume al defensor.
Si bien las figuras oficiales hablan de homicidios y capturas, la realidad en el área rural de Magdalena es que los muertos también son contados por las fotos que circulan en las redes, a través de los cuerpos que las familias entierran sin autopsia y el dolor que se mantiene en silencio.
En las canoas, el recuerdo de Jaider y Jeider se marcará no solo por la forma en que fueron asesinados, sino por la imagen final: sus seres queridos conducen lentamente por el sendero, con los cuerpos a la parrilla de una motocicleta, hacia un entierro que la ley no podía garantizarlos.
Roger Urieles, por el tiempo Santa Marta. En x @rogeruv