
Hay pérdidas que se esconden con conversaciones, otras con figuras y pocas con lemas exagerados. Pero hay fallas que, para más tratamiento o eufemismo que se les aplican, huelen a lo que son: degradación. Esto está sucediendo hoy en el proyecto de «Paz Completa» Gustavo Petro, una bandera que prometió la reconciliación y terminó siendo la coartada perfecta para el desarrollo del crimen organizado, la expansión de las economías ilegales y la disolución del estado en las regiones. Colombia una vez más parece haber confundido la esperanza de la ingenuidad y la política con el spinning.
La última encuesta Invame es una imitación estadística: la 89% de los colombianos Siente que la seguridad se está deteriorando. No se trata de percepción: es la confirmación de que el país ha sido devuelto, sin escala, al laberinto del miedo. El secuestro triangular, la extorsión de tiro y las transferencias que llenan los titulares son las características de un estado superpoblado y una política que se vendió como paz, pero ha actuado como el petróleo lubricante de la guerra. En nombre de la reconciliación, estuvo de acuerdo con ellos violento sin renunciar a su violencia. En beneficio de la vida, la acción militar se detuvo hoy a los soldados atados en su castillo.
El sueño de la paz total nació en el país Rotten: la implementación ineficiente de la convención de 2016. ¿Cuál debería ser el comienzo de un nuevo período terminó al ser un archipiélago de delitos, burocracia y abandono estatal? Las áreas que dejó FARC nunca fueron ocupadas por instituciones, sino por los herederos de la industria de la guerra. Mientras que el estado escribió informes y evidencia medida, los grupos armados midieron territorio y levantaron nuevas fronteras invisibles. Hoy, el poder del vacío es tan profundo que en todas las áreas el himno nacional se canta detrás de cerrado y miedo.
Y en medio de ese panorama, Petro hizo la promesa de «negociar con todos», ya que la paz era una especie de reducción estacional. El presidente quería sentarse en la misma mesa para aquellos que tienen causas políticas, las del tráfico de cocaína, a aquellos que secuestraron, aquellos que socavan ilegales cuando los que envían desde la jungla o desde la prisión. El resultado: una mediación confusión, donde nadie entiende quién está acordado, de acuerdo con qué reglas y para qué. En este teatro de lo ridículo, el estado parece lo único que se encuentra: el fuego se detiene, dibuja soldados, proporciona territorio y permite túneles humanitarios. En el otro lado, las armas continúan disparando.
Las cifras son lapidarias: el pariente del Golfo aumentó en un 32%, el principal trabajo del empleado del 56%y otras marquetalia del 76%. Su trabajo costero fue de menos de 180 municipios en 2022 a más de 230 en 2025. Cada cese de fuego, lejos de ser un paso hacia la paz, fue un alto el fuego para reorganizar un ejército ilegal. Es una ironía trágica: nunca antes había tantos contratos en progreso o tanto miedo en las calles. Aunque el gobierno habla sobre «conversaciones de alto rendimiento», las comunidades están directamente obligadas, los agricultores regresan a los líderes sociales y a los líderes sociales de sus compañeros con una escolta y un chaleco antibalas.
La obra humanitaria actual fluye durante cualquier período presidencial. En los primeros ocho meses de 2025, 87.898 personas estaban huyendo y 71,219 permanecen encuadernados. En Catatumbo, los números son apocalípticos: más de 72,000 escape y casi 2,500 personas atrapadas entre la cruz. Son colombianos cuya paz llegó en forma de amenaza y presencia del estado, en forma de silencio. Al mismo tiempo, aquellos que están compuestos por el público tienen más de 35 años, con uniformes rodeados de comunidades que ya no confían en el gobierno o las armas. ¿Quién perdió el poder? No es un gran análisis para responder.
Lo más preocupado no es solo una falta de gobierno, sino el vaciado político del concepto de paz. La causa nacional hoy se convirtió en el eslogan de la supervivencia política. La «paz general» era una excusa para no tener poder, un discurso destinado a reemplazar las instrucciones por falta de responsabilidad y justicia para la historia. Petro quería encontrar la paz nuevamente sin un estado, sin teoría de la seguridad, sin un público legítimo y sin objetivos verificables. Pero no existe una paz potencial en un país donde los delincuentes negocian por igual y donde el gobierno parece más interesado en sus argumentos que en su éxito.
Colombia vive un nuevo proceso violento, desarticulado, más local, más complejo. Ya no hay guerrillas con proyectos ideológicos, sino una organización criminal con proyectos económicos. La guerra cambió, pero el gobierno exige combatirlo con herramientas de la década de 1990. Esa desconexión se encuentra el colapso. Hoy, los actores armados no se esfuerzan por tomar el poder, sino controlar el territorio, controlar los ingresos ilegales y capturar las políticas locales. Son los nuevos caballeros feudales de la República donde el estado está en muchas áreas, solo firma en papel.
«Total Peace», que tenía como objetivo ser un pico de minerales, será recordado como su un gran FiaSc histórico: Un intento de desarmar que el país desarme al estado. El fracaso no es el ideal de la paz que sigue siendo un propósito noble y urgente, sino de una manera torpe, giratoria y arrogante que estaba tratando de lograrlo. Aunque el gobierno continúa en su negación, Colombia continuará en la cruel paradoja: un país que habla de paz, pero vive en la guerra; Firma contratos, pero gana a sus víctimas; Evoca armonía pero nutre el trastorno.
Y al final, quizás la mayor ironía es: la paz total prometió regresar a la legitimidad y tranquilidad del estado. Ha alcanzado exactamente lo contrario. Hoy, toda la nación cree que la paz se ha convertido en un negocio más, la justicia para las palabras huecas y el espectador estatal, indefenso de su propio colapso.
Xg