
Durante varias semanas, he estado recibiendo inquietudes profundas sobre las cuentas por cobrar que se han repetido de manera constante por parte de varios alcaldes de Medellín. Esta situación ha tenido un impacto notable en la administración municipal actual. ¿Cuál es la razón detrás de este fenómeno? La oficina del alcalde no gestionó ni entregó de la manera necesaria el bono de transporte mensual, un apoyo que históricamente ha sido fundamental para llevar a cabo sus funciones de manera eficiente.
Es crucial entender que este bono no es simplemente un regalo o un privilegio. Se trata de un reconocimiento esencial hacia la comunidad, así como del esfuerzo territorial y civil que realiza el alcalde. Este apoyo facilita los desplazamientos, conecta los diferentes vecindarios y comunidades, y ayuda a que el estado esté más en sintonía con las necesidades reales de las personas. El trabajo del alcalde es demandante y no tiene horarios establecidos; es una manifestación de un compromiso profundo hacia los ciudadanos que requieren atención y representación.
Negar este recurso no es solo un gesto aislado; implica crear obstáculos para el trabajo del alcalde, interferir con su capacidad de representar a la comunidad y, en última instancia, restringir el ejercicio pleno de los derechos políticos de los ciudadanos. Es fundamental que la población comprenda a fondo el tipo de labor que realiza el alcalde. Muchos lo perciben simplemente como un número en un proceso político, pero su rol es vital en la edificación de la ciudad y en la atención de las necesidades cotidianas de los habitantes. Dentro de los 146 concejales, se decide, mediante un proceso democrático, la creación de juntas administrativas locales (JAL) en cada uno de los 16 municipios y 5 corregimientos de Medellín. No solo legislan, sino que también planifican, proponen, monitorean y representan los intereses de sus comunidades.
Los concejales son quienes tienen contacto directo con los problemas que enfrenta su vecindario. Son ellos quienes reciben quejas sobre mal estado de las vías, falta de iluminación, parques abandonados o la necesidad de programas sociales. Estos representantes se comunican con la comunidad y canalizan sus demandas hacia la oficina del alcalde, evaluando y proponiendo planes de desarrollo local que reflejan las prioridades de la ciudadanía. Además, promueven la participación comunitaria al definir las prioridades del presupuesto participativo, lo que les permite ejercer control político sobre los recursos públicos en sus territorios.
En resumen, ningún alcalde puede operar de manera efectiva sin una democracia vecinal robusta. Actualmente, no existe una conexión real entre los ciudadanos y los gobiernos municipales. Por lo tanto, debilitar esta estructura —cortando o violando apoyos básicos como el bono de transporte— también significa menoscabar la participación ciudadana.
Históricamente, Medellín ha sido un pionero en dignificar el rol de sus alcaldes. En la administración anterior, bajo el liderazgo del exalcalde Daniel Quintero, se dio un paso significativo al ser la primera capital del país en reconocer los beneficios mensuales del Consejo, gracias a un acuerdo como el 05321 de 2021. Este acuerdo se implementó como parte de un esfuerzo colectivo por parte de la alcaldía, entre otros avances.
Cuando la oficina de la alcaldía anterior enfrentó dificultades para el pago de combustible, esto se debió a una falta de voluntad política, exacerbada por la situación financiera que vivían aquellos que poseen el poder. Este contexto ha impedido la recuperación oportuna de los recursos de EPM. En la actualidad, con la mayoría de las fuerzas políticas concentradas bajo la figura de Fico, no hay justificación legítima para no ofrecer el apoyo correspondiente al alcalde.
El alcalde actual no solo ha ignorado el pago de la bonificación, sino que además no ha explicado de manera clara las razones detrás de su suspensión o cuándo será restablecido. Esta omisión es inaceptable y pone en jaque la funcionalidad de nuestra democracia local. Aquellos que están en el poder no pueden clamar por la participación ciudadana mientras castigan, ya sea mediante acción u omisión, a quienes trabajan activamente para mejorar su entorno día tras día.
Por lo tanto, quiero hacer un llamado público al alcalde de Medellín para que tome medidas correctivas de manera urgente. Es fundamental entender que el respeto hacia los concejales no se debe considerar un beneficio político, sino más bien una obligación tanto legal como ética. Desde aquí, mi apoyo y admiración hacia los concejales son firmes. Ustedes no están solos en este proceso. Desde el Congreso, continuaremos denunciando estos abusos y trabajando incansablemente para restablecer lo que les corresponde por derecho.
Porque cuando la voz del alcalde se debilita, la voz de la ciudadanía también se ve afectada.
Alejandro Toro