





A primera vista, la Heroica parece respirar un ligero alivio. Las cifras oficiales de Medicina Legal, analizadas por el programa Cartagena Como Vamos, muestran una sutil pero tangible reducción del 3% en la tasa de homicidios en lo que va de 2025, con 297 casos registrados frente a 285 en el mismo periodo de 2024.
Sin embargo, detrás de este pequeño descenso se esconde una realidad más oscura y estructural que sigue azotando a los barrios: la violencia por contrato, o sicariato, que funciona como termómetro de una sangrienta guerra territorial entre bandas criminales por el control del microtráfico y las rutas del narcotráfico.
La advertencia de los analistas es clara: a pesar de la disminución total, la violencia homicida sigue siendo un gran desafío que deteriora la calidad de vida, la confianza ciudadana y la seguridad comunitaria.
Y en el centro de esta amenaza está el fenómeno del sicariato, que, si bien se redujo un 6% en los casos explícitamente clasificados (pasando de 101 a 95), mantiene una participación constante del 35% en el total de delitos letales.
Sólo en el mes de octubre, según el diario EL UNIVERSAL, hubo 24 homicidios: 17 fueron bajo la modalidad de sicariato; 3 en peleas, 2 en robos y 2 en circunstancias por establecer (La Boquilla y Villa Fanny).
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La guerra entre bandas criminales
operaciones en cartagena Foto:Distrito de Cartagena
El fenómeno del sicariato en Cartagena no es un conjunto de hechos aislados de delincuencia común; Es la manifestación más cruel de un conflicto de alto impacto. Históricamente, la ciudad es un corredor estratégico para la salida de narcóticos hacia Centroamérica y el Caribe, lo que la convierte en un botín preciado para estructuras del crimen organizado como el Clan del Golfo, ‘La Heroica’ o facciones locales asociadas a estas bandas criminales.
La guerra actual se concentra en dos frentes. El primero es el control del microtráfico, la llamada “guerra por la tiza” o narcomenudeo. Se trata de la disputa por el control de los puntos de venta de drogas (‘ollas’) en los barrios más vulnerables y densamente poblados, donde los sicarios son utilizados como mecanismo de limpieza social, ajuste de cuentas de deudas o ejecución de traidores o rivales que invaden el territorio. El segundo frente, menos visible pero más rentable, es el control de los accesos marítimos y terrestres del narcotráfico internacional, donde los asesinatos selectivos buscan asegurar la cadena logística del crimen transnacional. Los sicarios, a menudo jóvenes reclutados en los mismos barrios marginales, son la herramienta desechable en este tablero de ajedrez criminal.
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Alto índice de impunidad percibida y real
Operaciones en Cartagena Foto:policia nacional
El análisis de Cartagena Como Vamos destaca una característica definitoria del sicario: su alto índice de impunidad percibida y real.
Un preocupante 70% de los homicidios reportados en 2025 tienen un agresor desconocido. Esta figura, predominante en los casos de sicariato, no sólo genera una profunda desconfianza en las instituciones, sino que también perpetúa el ciclo de violencia, ya que los clanes rivales no temen repercusiones inmediatas.
Además, existe un problema crítico en la clasificación forense. La institución advierte que el número de sicarios podría estar subestimado porque un alarmante porcentaje de casos carece de información sobre las circunstancias del hecho.
Esta brecha de datos dificulta la verdadera magnitud del problema y, por lo tanto, la focalización efectiva de las estrategias de seguridad. No puedes luchar contra lo que no sabes con certeza.
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Un retrato de las víctimas: los jóvenes
atrapado por los violentos
Patrullas marinas y policiales. Foto:Distrito de Cartagena
Los datos demográficos de las víctimas son un llamado urgente de atención sobre el impacto social de esta guerra. El 96% de los asesinados son hombres, y lo más dramático es que el 70% de ellos tienen entre 20 y 39 años de edad. Esta franja, esencial para la vida productiva y social de la ciudad, es carne de cañón del conflicto.
La elección de la herramienta homicida también es convincente: El arma de fuego fue el medio utilizado en 228 casos, lo que representa el 83% del total. Este modus operandi es una firma indiscutible del crimen organizado y los sicarios, que utilizan la letalidad y la velocidad de las balas para imponer su ley.
La focalización geográfica y temporal también es clave para las autoridades.
Los meses con mayor violencia fueron junio (15%), julio (13%) y agosto (17%), lo que obliga a las estrategias preventivas a intensificar la vigilancia y el control territorial precisamente durante estos períodos, posiblemente asociados a movimientos en estructuras criminales o flujos de dinero y drogas en la temporada de mitad de año.
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La ciudad busca una solución integral en el medio
de un contexto de violencia en todo el país
Cartagena Como Vamos destaca que reducir los homicidios por sicarios es un desafío que trasciende la mera respuesta de la Fuerza Pública. Requiere una «visión integral desde la prevención, la convivencia y la seguridad».
La prevalencia de víctimas jóvenes obliga a la administración distrital a redoblar esfuerzos en estrategias de inclusión educativa, empleabilidad y formación integral para ofrecer alternativas reales a la población en riesgo de ser reclutada por pandillas.
Avanzar hacia una Cartagena más segura, donde la vida no es un contrato por orden, requiere acciones sostenidas que fortalezcan el tejido social, promuevan la confianza ciudadana y logren una articulación institucional efectiva que ataque tanto la causa (falta de oportunidades) como la consecuencia (guerra entre pandillas).
La ligera reducción es un indicio, pero la persistencia de sicarios en el 35% de los crímenes demuestra que la guerra silenciosa por el control del territorio está lejos de terminar.
Además, te invitamos a ver nuestro documental ‘Explotación sexual en Cartagena: voces silenciadas’
Documental de la periodista Jineth Bedoya. Foto:
cartagena