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Corrupción en Colombia, un cáncer cultural que debemos eliminar – En un click

Corrupción en Colombia, un cáncer cultural que debemos eliminar

 – En un click

Después: Político Draft Ace 21

Bogotá, 20 de julio de 2025. En Colombia, la corrupción no es solo un fenómeno aislado de la política o alguna desintegración moral. Es una enfermedad crónica que ha arrojado raíces profundas en la cultura, las instituciones y, más preocupado, en la conciencia común. Nos hemos acostumbrado a vivir con ella, justificándolo, para estandarizarlo. Y en ese hábito es uno de los mayores peligros: que la corrupción deja de insatisfacción.

Construcción de la corrupción: más allá del titular

Cuando hablamos de corrupción en Colombia, lo primero que viene a la mente es el gran escándalo: Odebrecht, Reficar, Kartell Pull, Excess Hidroituango, el robo de la salud, el reclutamiento que temía al alcalde y al gobernador. Pero la corrupción va mucho más allá de los titulares. Está presente en el oficial de policía quien solicita «cooperación» para que no sea bueno, en el ciudadano que paga por una licencia de conducir sin hacer el examen, en el estudiante de la parte, en el funcionario que se coloca en una licitación, en el periodista que está en silencio a cambio de rendimiento. Es de muchas maneras sistemáticamente.

No solo estamos hablando de «corrupto», sino de una comunidad que ha aprendido a mirar en la otra dirección. La corrupción se ha convertido en una forma diferente de movilidad social, un atajo que recompensa a los más vibrantes y castigos honestamente. Y cuando el estado no garantiza una oportunidad decente para todos, la tentación de usar el público está creciendo con aquellos que ven en oportunidades de poder, no servidos pero sirven.

Cultura vivo: un problema mental

Uno de los mayores obstáculos para la lucha contra la corrupción es la «vida de la» vida «, la persona que está ridiculizada al sistema que se escabulló, que evita quién negocia debajo de la mesa, y es la admiración social. En Colombia, no solo es penalizada para estar» vivo «, sino que a menudo es bienvenido. Y ahí es donde el problema comienza.

Cuando el truco se vuelve bien y un modelo honesto se considera ingenuo, la lucha contra la corrupción es ascendente. Necesitamos una transformación cultural que reevalue la ética, la transparencia y el bien público. Transformación que comienza con la familia, la escuela, las universidades, los medios de comunicación, las empresas y las iglesias. Debemos enseñar que el verdadero progreso no está construido con trampas, sino con esfuerzo y continuidad.

Justicia e impunidad específicas

Otro gran enemigo es la impunidad. En Colombia, rara vez significa robar millones de estados. Los estudios son largos, la evidencia se diluye, los procesos son engañados y aquellos responsables como políticos, profesores o candidatos para cargos públicos. La justicia parece tener un sesgo para poderoso, mientras que el ciudadano común que comete un error menor de la ciudad con el peso de la ley.

Esto no solo es injusto: es devastador. Porque cuando el corrupto no se enfrenta a consecuencias reales, el mensaje es claro: Stole vale la pena. Y en un país donde la justicia es débil y específica, la corrupción no es solo la tentación, es casi sobrevivir a una política para muchos.

¿Cómo luchar contra él?

La lucha contra la corrupción en Colombia implica enfrentar los monstruos de muchas cabezas. No hay soluciones o atajos impresionantes, sino posibles formas. Aquí hay algunas ideas:

  1. Ética desde la infancia: No es suficiente enseñar matemáticas o ciencias. Debemos formar ciudadanos completos y críticos, avanzar para reconocer y rechazar la corrupción en todas sus formas.

  2. Transparencia radical en la gestión pública: Todos los contratos, gastos, viajes, currículums y decisiones públicas deben ser accesibles para todos los ciudadanos. Ogical es una corrupción del paisaje fértil.

  3. Participación activa de ciudadanos: La comunidad interesada es la mejor corrupta aliada. Los ciudadanos deben estar atentos, condenar irregularidades y requerir responsabilidad en todos los niveles.

  4. Reforma profunda de la justicia: Sin justicia efectiva, rápida e independiente, la corrupción continuará siendo punible. Es urgente rectificar la justicia y, por lo tanto, proporcionar herramientas reales para investigar y castigar.

  5. Sanciones sociales: Corrupto no debe ser recompensado con candidatos, opiniones o acuerdos públicos. La sociedad debe rechazar abiertamente a aquellos que han traicionado la confianza del público.

  6. Un modelo a la cabeza: Colombia necesita líderes coherentes que hablen el ejemplo, que viven con bienes bien que no se enriquecen a expensas del estado y responden a los ciudadanos.

No se trata solo de castigar, sino de prevenir

La lucha contra la corrupción no solo puede ser una reacción. No es suficiente encarcelar a alguien. Se trata de desmantelar las circunstancias que lo hacen posible: desigualdad, falta de oportunidades, atajos, licencia social. Necesitamos reconstruir un acuerdo moral entre ciudadanos e instituciones. Y lleva tiempo, la voluntad política y el compromiso de los ciudadanos.

Aunque la corrupción parece intacta, no podemos darnos una sospecha lujosa. Cada acto honesto, cada funcionario que trabaja con integridad, cada ciudadano que está de acuerdo con la ley, cada periodista que condena, cada estudiante que decide no copiar, agrega cada compañía que compite limpia. Y agregue más de lo que parece.

La corrupción no ha expirado con los discursos, ha expirado con la honestidad diaria. Porque al final, la corrupción opuesta no es solo legitimidad: es dignidad.

Colombia merece más. Se merece tierra donde no es extraño, donde el público es santo, y donde el pozo no es una excepción, sino la regla.

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