
En él Consejo de bogotáFuimos testigos de una declaración desafortunada que no puede pasar desapercibida. Diego Molano, presidente Compañía de telecomunicaciones de Bogotá (ETB), en comparación con esta entidad con la «madre soltera», en la analogía del juicio moral cargado, los estigmas de clase y una visión sexista profunda en la cabeza de las mujeres.
«Cada cuatro años, se logra una nueva madre», dijo, refiriéndose a cambios administrativos en la empresa. Detrás del supuesto ingenio de la metáfora, sus palabras revelan un preocupante pensamiento estructural: para la molienda, las madres solteras simbolizan la inestabilidad y el desorden. Los culpen implícitamente porque no tienen una pareja «estable» y representa a los pasos que a menudo cuidan a los niños de otras personas, como Imcrovised y Boaners.
Estas frases no son un lenguaje simple deslizante, sino evidencia de desprecio de que ciertos sectores se pueden ver con mujeres populares.
Son históricamente responsables, estigmatizados para el avance y se usan como un caos institucional analógico. ¿Qué revela que estas son políticas públicas diseñadas para ellos? ¿Cómo se distribuyen los recursos si los que los administran miran con desconfianza y prejuicio?
Las mujeres con sede de Hogar, que constituyen la parte esencial del balde social bogotal, no deben representarse como sinónimo de desorden. Apoyan toda la vida a mediados de la semana que el presidente de la empresa pública no se conoce en su propia carne. Trabajan, cuidan, crían y construyen una comunidad sin esperar aplausos, mucho menos humillación pública.
Las reacciones no esperaron. Varios concejales requirieron disculpas públicas y renunciaron a la falta de respeto institucional, en el contexto de la profunda crisis en el ETM, una crisis para la cual no hay metáforas ni soluciones claras.
Molano se disculpó en unos minutos más tarde, al igual que la oficina del alcalde. Pero la disculpa no elimina el prejuicio: expone, confirma y nos obliga y nos obliga a la cuestión de qué visión de la ciudad tiene a quienes toman decisiones en Bogotá hoy.
No es coincidencia que la figura femenina se haya usado para hablar sobre el deterioro o libremente para recurrir a la idea de «madre soltera» como sinónimo del caos. Esto es un reflejo de pensar enraizada que devaltan a las mujeres que no encajan en el modelo tradicional, que castigan la autonomía, criminaliza la pobreza y moraliza qué políticas de apoyo y atención deben tratarse.
ETB, un capital público mixto controlado por la administración del distrito, no necesita metáforas denominar, sino transparentes, técnicas y comprometidas con la gerencia con bienestar colectivo. Y los Bogotá son funcionarios y funcionarios necesarios que respetan la dignidad de las mujeres, en lugar de usarlas como un recurso retórico por no ilustrar.
El idioma es importante. Las ideas que apoyan. Y sus políticas provienen de ellos de ellos, aún más. Es por eso que la disculpa no es suficiente: es hora de exigir respeto, responsabilidad y transformación real en el camino del habla y la gestión de las mujeres.
Marcela clavijo