
En un contexto global cada vez más interconectado, resulta fundamental entender que la política exterior de un país no puede desvincularse de su desarrollo económico y social. Las relaciones entre Columbia e India, aunque históricamente han sido cordiales, poseen en la actualidad el potencial para convertirse en un eje estratégico que fomente el crecimiento de nuestras comunidades y redefina nuestra presencia en el escenario internacional. Es crucial realizar un análisis de Asia con un enfoque pragmático, una visión clara y una ambición concertada.
La India, con su población que supera los 1,438 millones de personas y una economía que ya se posiciona como la quinta más grande a nivel mundial, representa una oportunidad clave. Sin embargo, debemos considerar que el equilibrio comercial con este país presenta cifras desiguales, con una inscripción que asciende a 1.400 millones y un promedio de importaciones que ronda los $700 millones, en su mayoría de productos farmacéuticos, maquinaria y vehículos. Esto implica que a pesar de contar con una balanza comercial relativamente favorable, aún estamos lejos de maximizar el potencial de complementariedad que existe entre nuestras economías.
Desde otra perspectiva, es esencial destacar que India presenta una demanda significativa de energía y alimentos, dos áreas en las que nuestro país tiene mucho que ofrecer. Más allá de estas necesidades básicas, también podemos aportar en servicios, innovación tecnológica, agroindustria y contar con un talento humano valioso. Actualmente, los mercados indios muestran oportunidades concretas para productos colombianos como flores, cacao, frutas exóticas y textiles. La creciente clase media en India y su apertura paulatina representan una oportunidad invaluable para consolidar una relación comercial que no solo sea robusta, sino también diversa.
Existen ya mecanismos de cooperación bilateral que necesitamos fortalecer, como el acuerdo de cooperación en ciencia y tecnología firmado en 2005. Este pacto ha permitido el desarrollo de proyectos en sectores como la biotecnología y las energías renovables. Desde 2018, India y Colombia han establecido un marco de consulta política que ha facilitado el diálogo bilateral y la exploración de nuevas áreas de cooperación. Sin embargo, hasta ahora, estos espacios no se han traducido en acciones concretas y ambiciosas. Es un momento crítico para materializar estas alianzas de manera efectiva.
Un camino claro para potenciar esta relación es avanzar hacia un acuerdo comercial preferencial que disminuya las barreras no arancelarias y facilite el acceso a productos estratégicos, especialmente a través de Colombia hacia el bloque Brics. Este bloque representa más del 40% del PIB mundial y más del 30% de la población global. Participar en Brics no solo nos permitiría diversificar nuestras relaciones comerciales, sino también acceder a nuevas fuentes de financiamiento, transferencia de tecnología y mercados clave, como el indio.
India es un actor fundamental dentro del bloque Brics, y su influencia en la definición de prioridades, especialmente en áreas como cooperación, tecnología y salud pública, es cada vez más notable. Si Colombia desea maximizar su acceso al mercado indio, hacerlo a través del marco Brics podría generar sinergias políticas y económicas que son más difíciles de conseguir en un enfoque bilateral. Por ejemplo, la creación de iniciativas regionales en biotecnología o energía limpia, con la participación de India y América Latina, podría convertirse en una realidad viable si adoptamos una postura de integración más ambiciosa.
Es evidente que la relación con India no puede seguir siendo secundaria o limitarse a acciones promocionales; debe constituir un pilar fundamental en nuestra estrategia de inserción internacional. Hablamos de algo más que exportaciones e importaciones; se trata de construir un eje de cooperación sur-sur que redefina nuestra posición en el nuevo orden global. Colombia debe entender que la política exterior no es un privilegio o un capricho diplomático, sino una transformación nacional vital. Las alianzas no son solo una cuestión de colaboración en capacidades tecnológicas, científicas y productivas, sino que también abordan desafíos globales como la seguridad alimentaria, en los cuales debemos tener voz en las decisiones clave.
La oportunidad está presente; lo que se requiere es que Colombia tome una decisión proactiva y construya una agenda común de desarrollo económico, cooperación tecnológica y gestión conjunta. En un mundo donde el crecimiento depende de la integración, los acuerdos estratégicos no son un privilegio, sino una necesidad imperante para fortalecer la innovación, atraer inversiones y mejorar nuestra competitividad a nivel internacional.
Alejandro Toro