
Este martes 13 de mayo, se anunció oficialmente el fallecimiento del ex presidente uruguayo José Mujica, quien ya había cruzado la fase terminal de su lucha contra el cáncer de esófago. La noticia ha conmocionado a la nación y a muchos en el mundo, pues Mujica no solo fue un líder político, sino también un símbolo de valores humanitarios y una vida austera en un mundo consumista.
Su esposa, la ex vicepresidenta Lucía Topolansky, había compartido anteriormente que su esposo estaba recibiendo cuidados paliativos diseñados para evitar que sufriera dolor en sus últimos días. Esta decisión resalta la dignidad y el amor que siempre existió en su relación.
En enero de este año, Mujica hizo pública la dolorosa noticia de que el cáncer se había diseminado por todo su cuerpo y que, a la edad de 89 años, su decisión fue terminar con los tratamientos que ya no ofrecían esperanza. Esta revelación fue un golpe para sus seguidores y admiradores, quienes siempre vieron en él un ejemplo de perseverancia y humildad.
‘El presidente más pobre del mundo’
José ‘Pepe’ Mujica, el ex guerrillero que ascendió al poder con un discurso anticonsumista, gobernó Uruguay de 2010 a 2015 y se convirtió en una figura emblemática dentro de la izquierda latinoamericana. A sus 89 años, la noticia de su muerte fue confirmada por el actual presidente, Yamandú Orsi. Mujica, conocido como el «presidente más pobre del mundo» debido a su estilo de vida austero y su rechazo a la ostentación, había revelado a principios de este año que su cáncer se había agravado y que no contaba con la fuerza necesaria para continuar con cualquier tratamiento que intentara luchar contra su enfermedad.
“Con un dolor profundo, comunicamos que nuestro compañero Pepe Mujica murió. Presidente, militante, referente y conductor. Vamos a ñar a muchos queridos”, escribió Yamandú Orsi en su cuenta de X, dejando claro el impacto que tuvo Mujica en su vida y su carrera política.
En una de sus últimas entrevistas, Mujica expresó: “Mi ciclo ha terminado. Honestamente, me estoy muriendo. El Guerrero tiene derecho a su descanso”. Estas palabras resonaron con sus seguidores, quienes lo vieron no solo como un líder, sino como un guerrero en vida. Su médico personal, Raquel Pannone, había confirmado anteriormente que Mujica presentaba metástasis en el hígado, lo que complicó aún más su condición.
A pesar de su enfermedad, Mujica se mantuvo como un pilar fundamental para el regreso a la presidencia del Frente Amplio, la coalición de izquierda, en las elecciones de noviembre de 2024, donde la campaña activa que realizó en favor del actual presidente Yamandú Orsi fue crucial. Mujica expresó en una entrevista con la AFP que la victoria de Orsi tenía «un sabor agradable, un poco como un premio de despedida».
Fuera del protocolo
Mujica alcanzó una popularidad inusitada para un presidente de un país pequeño, con una población de 3.4 millones de habitantes, rodeado por las potencias de Brasil y Argentina. Su nombre cruzó fronteras y dejó huella en 2012, cuando pronunció un aclamado discurso en la Conferencia Un Río+20. Subió al podio con una oratoria sincera y apasionada, denunciando el consumismo que ahoga a la humanidad.
Su ardiente crítica alcanzó su pico en la Asamblea General de la ONU un año más tarde, donde lamentó que la sociedad había “sacrificado a los viejos dioses intangibles” para llenar “el templo con el mercado de Dios”. Con sus palabras, Mujica no solo defendió su visión política, sino que también abogó por una conexión más profunda entre las personas y los valores que realmente importan.
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