Economía

Un frente amplio para la represión de la violencia – En un click

Un frente amplio para la represión de la violencia

 – En un click

Colombia atraviesa un momento decisivo en el que la unidad de las fuerzas democráticas del país se vuelve crucial para fortalecer el cambio iniciado. La izquierda, el liberalismo progresista, la socialdemocracia y el socialismo democrático comparten hoy una responsabilidad histórica que ya no permite aplazamientos. La unidad abre la puerta a la profundización del cambio progresista, la dignidad de la vida, la defensa de la soberanía y la expansión de la democracia. Esta unidad incluye asumir conscientemente la responsabilidad de trabajar por el presente y el futuro de una nación colectiva e inclusiva, en la que todas las personas y todos los territorios se sientan parte de un mismo proyecto común.

El país necesita un frente amplio que enfrente resueltamente la violencia y las políticas que debilitan al Estado, mercantilizan los derechos, hacen que el trabajo sea inseguro y destruyen la cohesión social. Este modelo que convierte la tierra, el agua, el aire, la educación, la salud y los bienes comunes en mercancías y condena a millones a la pobreza y la exclusión. Ante este panorama se necesita un proyecto que defienda tesis de redistribución, recupere lo público como bien común y reorganice la economía en base a la vida y la justicia social. El cambio progresivo continuo implica una transformación desde las raíces de la estructura económica que perpetúa la desigualdad con una visión de una nación que incluya a la mayoría, no sólo a unos pocos.

La unidad debe convertirse en una estrategia política y organizacional a largo plazo. Es necesario que el Frente Amplio se consolide a través de la unidad para las elecciones presidenciales, pero esto no puede limitarse a un acuerdo temporal. Las fuerzas que lo integran deben continuar su proceso más allá de los calendarios electorales, para construir un programa político, pedagógico y cultural estratégico, capaz de conquistar la voluntad de las mayorías, desafiar el sentido común, el diálogo con la sociedad y mostrar claramente que la justicia social, la paz y la democracia intensiva son el camino hacia un país digno. Este esfuerzo debe concebirse como un compromiso generacional para construir un proyecto nacional colectivo, inclusivo y solidario, que aglutine a las nuevas generaciones.

Uno de los pilares de este proyecto consiste en la restauración o creación de una presencia estatal con y en territorios históricamente excluidos. Numerosas regiones de Colombia vivían bajo el abandono institucional o bajo el gobierno de autoridades ilegítimas. En esas brechas apareció y se fortaleció la violencia armada. Por lo tanto, debemos promover el surgimiento del Estado y la democracia desde los territorios, incluidos los territorios de los pueblos étnicos, sus propios gobiernos y las espiritualidades de sus antepasados. La nación no estará completa hasta que los pueblos étnicos sean plenamente reconocidos como actores fundamentales en la construcción de la paz, la defensa de la naturaleza, la armonía territorial y la soberanía cultural.

La paz se mejora o construye gracias a la diversidad cultural y espiritual del país. Superar la violencia armada requiere combinar seguridad humana, equidad social, desarrollo sostenible y participación efectiva. La violencia se derrota cuando se extiende la democracia y cuando el Estado se fortalece con justicia, bienestar, cultura, educación, salud, carreteras y alternativas económicas. Donde los ciudadanos participan y deciden, el enfrentamiento violento alimentado por el narcotráfico, la corrupción, la minería ilegal y el comercio de armas pierde su sentido y la sociedad recupera su horizonte de futuro.

Es esencial que la planificación nacional recupere su papel central en la definición de las principales direcciones del país. Colombia alcanzará la paz y la soberanía si avanza hacia un modelo de desarrollo sostenible que organice el territorio en torno al agua, proteja la biodiversidad, enfrente el cambio climático y garantice la soberanía alimentaria. Una transición energética justa, la restauración del medio ambiente y el fortalecimiento de las economías nacionales, sociales y solidarias deben convertirse en objetivos permanentes del proyecto nacional.

El nuevo tipo de sociedad democrática requiere una descentralización real acompañada de recursos suficientes. Los territorios requieren poder de decisión y mecanismos de participación directa que puedan vincular sus decisiones con las políticas públicas. La democracia debería dejar de ser un ritual y convertirse en una práctica diaria que afecte efectivamente la vida de las mayorías. El presente y el futuro de una nación colectiva e inclusiva implica que las decisiones no permanezcan concentradas en las capitales, sino que sean construidas por las voces de territorios y comunidades que históricamente han sido silenciadas.

Para ganar las elecciones y avanzar en el proyecto nacional transformador, la unidad requiere grandeza, coherencia programática y visión estratégica. La izquierda y las fuerzas progresistas deben superar los personalismos y los cálculos inmediatos, dándose cuenta de que las coincidencias tienen mucho más peso que las diferencias. La Tierra requiere madurez, liderazgo y claridad de propósito. Cuando hay división, el país retrocede. Cuando hay unidad, la democracia prospera. La responsabilidad de construir un presente y un futuro incluyente también recae en la ciudadanía organizada, en los movimientos sociales y en todas las personas convencidas de que otra Colombia es posible.

Este es el momento del Frente Amplio. Es hora de ahogar el neoliberalismo, la corrupción y la violencia armada con más democracia. Es hora de construir un Estado desde regiones excluidas y con los pueblos étnicos como protagonistas. Es hora de afrontar el cambio climático y defender la naturaleza como fundamento de la vida. Es hora de profundizar el cambio progresivo y abrir el camino hacia una sociedad justa, soberana, colectiva e inclusiva, en paz consigo misma y con su diversidad. El país lo necesita y la historia lo exige.

Luis Emil Sanabria D.

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