
En Yorkshire huele a cera y a pan recién hecho. Olivia Healy camina lentamente por el pasillo de una iglesia de piedra; La corona dorada que lleva brilla a la luz parpadeante de las velas. No hay focos ni mamparas, sólo un arco de hierro, algunos invitados con capa y un reverendo que sonríe antes de decir: “Bienvenidos al siglo XII”.
No se trata del rodaje de una película, sino de una boda inspirada en las ceremonias medievales que se celebraban en Inglaterra hace ochocientos años. Hay juglar, fiesta de hidromiel y pan de centeno, y voto de unión que no menciona a Dios, sino «la luz que une los caminos de los antiguos». Según el New York TimesEscenas como ésta se repiten en medio mundo: las búsquedas de «boda medieval» en Pinterest se han disparado más de un 400%, y los castillos se han convertido en el nuevo escenario de fantasía de una generación que huye de las bodas convencionales.
Un ritual con propósito. Lo que empezó como un nicho excéntrico se ha convertido en una tendencia cultural. «Las parejas buscan un tipo de ceremonia más simbólica, menos comercial y más conectada con ritos antiguos». explica la historiadora del arte Nancy Thebaut. No es sólo una estética –capas, velos, cálices, túnicas– sino una forma de entender el amor y el compromiso como algo atemporal.
Algunas de las bodas más comentadas del año siguieron ese hilo. La artista Harley Weir, conocida por sus retratos etéreos, casado en un monasterio galés Vestido con una túnica inspirada en las novicias del siglo XV. Además de la actriz Rainey Qualley. optó por un corsé de encaje y una capa bordada a mano en seda italiana, «como una reina prerrafaelita perdida en un sueño digital». En todos los casos, el patrón es lo mismo: ritual, naturaleza, espiritualidad. En lugar de discursos o fotocallshay procesiones con incienso, música sacra, lecturas místicas y votos inspirados en ceremonias celtas o paleocristianas.
El fenómeno va más allá del disfraz. Este regreso al pasado, según el New York Timesaborda una interpretación de la «nostalgia de los rituales con propósito»: una forma de recuperar lo simbólico en tiempos donde lo religioso se ha diluido.
Para la revista de moda Vogue, que ha documentado En bodas góticas y medievales en castillos irlandeses o monasterios galeses, lo que se busca no es exactitud histórica, sino una estética emocional. El medio lo llama «romanticismo épico»: un cruce entre lo sagrado, lo teatral y lo íntimo. La historiadora del arte Harriet Sonne de Torrens recuerda que en los manuscritos medievales El gesto de unir las manos representaba la entrega mutua y la bendición divina. Ocho siglos después, esa misma imagen se redefine: el símbolo permanece, aunque su significado es secular.
Del rigor histórico al romanticismo pop. No quiero ser quisquilloso, pero la mayoría de estas celebraciones no son históricamente precisas, ni creo que pretendan serlo. «La gente confunde lo medieval con lo renacentista, lo gótico o incluso lo victoriano», explica el New York Times. Pero esa mezcla es parte de su atractivo: las bodas medievales actuales Son menos una recreación del pasado que una relectura pop de la historia.
El éxito de series como Game of Thrones cualquiera el brujo, e incluso el ascenso literario de autores como Sarah J. Maas o la antológica El Señor de los Anilloshan consolidado una estética global de lo medieval-fantástico, que se ha filtrado en la moda, la música y, ahora, el matrimonio.
Esta fiebre medieval no está sola. Paralelamente, crecen las bodas temáticas: ceremonias que recrean mundos enteros –desde los años 20 hasta el universo de Tolkien– como forma de afirmación estética. Según Bodas.netMás del 30% de las parejas jóvenes en España apuestan por rituales personalizados y simbólicos, con guiones y escenarios narrativos propios. En tiempos de amores líquidos, el ritual vuelve a importar. En la era digital, las parejas buscan significado en símbolos antiguos. Mirar al pasado se ha convertido en una forma de recuperar la intención y la intimidad, lo que los medios de Nueva York han definido como «una nostalgia por los rituales con un propósito».
Y ahí se abre una conexión interesante.. Porque esta fascinación por lo sagrado no se limita a los altares simbólicos de las bodas. La religión –o al menos su imaginería– se ha convertido una vez más en un lenguaje estético transversal: de la moda al pop. Rosalía es el ejemplo más notable. Como explica mi colega de , «el artista ha virado hacia la iconografía católica. No es un capricho ni una maniobra de marketing, sino que nada en una corriente muy favorable en estos momentos: la reivindicación moderna y juvenil de la fe».
Esta corriente no es un retorno al dogma, sino una búsqueda de la trascendencia. Tanto en Rosalía como en las bodas medievales, lo sagrado se vuelve estético; el ritual, en la ejecución. Velas, velos o coros litúrgicos son gestos de una espiritualidad visual, más emotiva que doctrinal. «Las novias se sienten atraídas por las referencias históricas porque evocan permanencia; es una forma de prometer eternidad en tiempos líquidos», dice la diseñadora Paula Nadal.
Mi querida España. Y, como casi siempre, aquí lo llevamos al siguiente nivel. En Navia (Asturias), una pareja se casó este verano durante las Jornadas Medievales del municipio, escoltado por Caballeros Templarios y gaiteros. En Burgos, varias fincas y castillos —como Sotopalacios o Belmonte— Ya ofrecen «ceremonias históricas» con un menú de hidromiel, trovadores y fotógrafos que trabajan sólo con luz natural para imitar la textura pictórica del Quattrocento.
En redes, el «núcleo medieval» español mezcla capas, vírgenes barrocas y procesiones con un fervor que, según telva«Sólo puede entenderse en un país que convirtió la Semana Santa en arte performativo». En cierto modo, las bodas medievales son el reflejo secular de esa misma teatralidad religiosa que España lleva en la sangre: una liturgia sin fe, pero con emoción.
¿Un ritual en tiempos inciertos? La tendencia apunta a lo mismo: las parejas no huyen del presente, sino que buscan un lenguaje simbólico. Lo que sabemos es que en los manuscritos del siglo XII, el matrimonio era un sacramento; en las redes de 2025, es una estética. Pero el gesto sigue siendo el mismo.
Entre el ruido digital y las prisas contemporáneas, regresar al siglo XII es sólo una manera –espero– de prometer lo mismo de siempre: que el amor, por un momento, parece eterno.
Imagen | desempaquetar y desempaquetar
Imagen de texto | Elaine Macintyre
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