


Un hombre de 60 años se acurruca a orillas del río Gualí, en el municipio de Honda, Tolima, y deja una embarcación en el agua. Su nombre es Benjamín Herrera. Hace cuarenta años, su primer hijo, Óscar Fernando Herrera Rubio, desapareció tras la avalancha que devastó Armero. El barco es blanco, mide treinta centímetros de largo, con una base en forma de placa estrecha de color marrón y un palo de madera atravesado. en el medio sosteniendo un lienzo con la foto impresa del niñoel mismo que tiene en la camiseta que lleva.
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Vivían en una casa del pueblo. Esa noche no estuvo porque se había quedado trabajando en una finca cercana. “Me quedé cuidando una maquinaria con la que trabajaba allí”, relata. En la casa se encontraban su suegra y su hijo. Cuando ocurrió la tragedia, desesperado, intentó regresar, pero el caos no se lo permitió. La escena inimaginable se convirtió en una pesadilla. Sólo se veían tejados, un atolladero y algunas personas desnudas cubiertas de barro.
Foto desde un helicóptero del deslizamiento de tierra tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz. Foto:MSF
Pasó un mes hasta que su suegra fue internada en un albergue en Ibagué. Pero se quedó sin Oscar. “Me cuenta que estaban en la vía pública cuando llegó el alud en la noche y los arrastró con fuerza que los separó. No sabíamos nada más”, afirma.
Desde entonces Se inició una búsqueda que no ha cesado para intentar dar con el paradero del menor. Fundó la Fundación Armando Armerodirigido por Francisco González, luego de que unos señores de Ibagué le dijeran que estaban ayudando en la búsqueda de personas desaparecidas.
Prepararon más de 500 embarcaciones para navegar por el río. Foto:MILTON DÍAZ
Fue junto a varios familiares y miembros de esa organización que cuatro décadas después dejaron las embarcaciones blancas en el río durante una hora y media. La mayoría también llevaba camisetas blancas con fotografías de niños, todos incluidos en la lista de 583 menores que ha elaborado Francisco con nombres y rostros. “Hay fotografías de niños que se perdieron en la avalancha, pero sus nombres quedaron registrados. «Los pusimos en varios barcos».explica Francisco.
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En una cadena humana, desde una plataforma ubicada en una casa en recuperación, las personas pasaban de la mano por cada una de las embarcaciones, mientras un hombre con un megáfono coordinaba la logística. En la fila estaba María Gladys, que también lleva cuarenta años buscando a dos de sus hijos perdidos tras la avalancha. “Esa noche, uno de mis hermanos me pidió que le entregara los niños para ayudarlos a salir del barro.y subí a un tejado con mi marido. Después me enteré que mi hermano se desmayó y mis hijos se fueron arrastrados por la corriente”, relata.
Los niños también ayudaron a colocar los barcos en el río. Foto:MILTON DÍAZ
A la conmemoración también asistieron representantes de la Defensoría del Pueblo y del Icbf. Los barcos iban con la corriente hasta que los pescadores los recogieron cerca de la antigua estación de tren. Una vez en sus manos, los expusieron. Al unísono, los asistentes pidieron no olvidar los nombres de hijos, hermanos y primos, y que no prevalezca “un olvido navegante”.
Video: EL TIEMPO en entrevista al cronista Germán Santamaría, enviado especial a Armero en 1985
Los recuerdos de Germán Santamaría en la tragedia de Armero. Foto:
JULIÁN ANDRÉS GONZÁLEZ VARGAS – ENVIADO ESPECIAL – ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO
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