Colombia atraviesa un momento económico de alto riesgo: el déficit fiscal es el principal obstáculo para la estabilidad de largo plazo. Según el Marco Fiscal de Mediano Plazo para 2025, el déficit del gobierno central se acercará al 7,1% del total este año. PIBpor encima del 5,1% proyectado este año y muy lejos de la meta de acercarse al 3% para 2027. En la práctica, esto significa que el gobierno gasta más de 129 mil millones de dólares anuales por encima de sus ingresos y que, si el ajuste no se hace de manera ordenada, eventualmente será impuesto por las fuerzas del mercado. La deuda pública ya supera el 61% del PIB, mientras que los intereses representan el 17% del presupuesto estatal, casi lo mismo que todo el gasto en educación.
El problema no es sólo el efectivo, sino también la credibilidad fiscal. En 2019, por cada peso que ingresaba por impuestos, el Gobierno reservaba 12 centavos para intereses; hoy es de 28 centavos, cifra que se ha duplicado en sólo cinco años. La combinación de un bajo crecimiento económico (1,6% en 2024) y un consumo inflexible crea una peligrosa trampa de deuda. Él banco de la republica Advirtió que el déficit en cuenta corriente, aunque mejoró hasta el 2,3% del PIB, no puede absorber un mayor deterioro fiscal sin ejercer presión sobre el tipo de cambio.
A esta fragilidad macroeconómica se suma la debilidad institucional y política. El gobierno ha tratado de financiar su expansión del gasto mediante aumentos de impuestos que no se materializan o que desalientan la inversión privada. La reforma fiscal de 2022, que prometía un aumento adicional del 1,7% del PIB, apenas alcanzó el 0,6%, mientras que la inversión extranjera directa cayó un 15,2% el año pasado.
El resultado es un país que recauda menos, gasta más y cree que el precio del petróleo lo salvará. Pero Ecopetrol enfrenta una menor producción (de 780.000 a 725.000 barriles por día) y menores ingresos por exportaciones. Sin esos ingresos, el déficit estructural empeora. El Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles está acumulando pasivos por valor de 8.000 millones de dólares. En cambio, el gasto público aumentó un 9,5% en términos reales, impulsado por un aumento de la nómina gubernamental.
La solución no pasa por discursos ideológicos, sino por la recuperación de la disciplina fiscal y la promoción del crecimiento económico sostenible. Chile, con una deuda del 37% del PIB, redujo el déficit del 6% al 2,5% en dos años gracias a la disciplina presupuestaria. Colombia podría seguir un camino similar si adopta un plan integral que incluya: reactivar inversiones, priorizar proyectos con retornos económicos y sociales verificables, revisar los esquemas de subsidios y restaurar la confianza en las reglas del juego. Parece que la mayor parte del gasto irá a parar a las nóminas de activistas que no tienen ningún papel en el Estado pero que dependen de la victoria del Pacto Histórico en las elecciones.
El déficit fiscal no es sólo un problema contable: es también un reflejo ético del Estado. Un país que consume más de lo que produce acaba hipotecando su futuro. Vivir de deudas es básicamente sembrar promesas con dinero prestado, una práctica que tarde o temprano pasa factura. Colombia no puede seguir financiando promesas de deuda; Debe refinanciar las esperanzas de crecimiento, productividad y confianza. No puedes verlo ahora, pero los problemas vendrán.
Simón Gaviria