
En La doctrina del fascismo, escrita junto con Giovanni Gentile en 1932 y publicada en la Enciclopedia italiana, Mussolini escribe: «El fascismo es la negación decisiva del socialismo y del liberalismo». […] a LA TERCERA VÍA entre individualismo y colectivismo. Aquí define el fascismo como una síntesis que rechaza tanto el liberalismo económico como el internacionalismo proletario.
En sus primeros discursos, como en 1921 durante la fundación de los Fasci Italiani di Combattimento, Mussolini lo describió como «ni de derecha ni de izquierda», la «tercera posición», pero también podía decir «El mercado tanto como sea posible; el Estado tanto como sea necesario». El propio Giovanni Gentile lo llamó Estado popular, Estado fascista, excelencia, cada Estado en ese sentido… el ciudadano comparte una relación con el Estado y es tan íntima que el Estado existe sólo en la medida en que el ciudadano lo hace existir», pero también podría decir: «El poder popular es un pueblo organizado, no un Estado capturado por las elites; «Es la fuerza que está construyendo una Columbia humana desde abajo».
Estos extremistas de la Tercera Vía y del Poder Popular ahora están tratando de definir como extremistas a aquellos que son conservadores comunes y corrientes que están alarmados al ver la democracia capturada por una administración de milicias apoyada por redes de corrupción y violencia judicial.
Los sucesores de Marinetti, Evola y Gentile se han apropiado de la historia del radicalismo para expulsar de la vida política a los defensores de la democracia, cuando en realidad llevan décadas en el poder promoviendo un elitismo que justifica la violencia, criminaliza a los ciudadanos comunes, deslegitima el libre mercado y socava el pacto social reflejado en la Constitución de 1991.
Extremistas que intentaron dar forma a sistemas de hegemonía política a través de pactos con el terrorismo y organizaciones criminales, el centro político que dicen representar es en realidad un comunitarismo antiliberal, antiilustrado, fanáticamente oligárquico y ferozmente identitario. El único término medio que puedo afirmar es que son mitad fascistas y mitad comunistas.
Extremistas, radicales y reaccionarios ignoraron la voluntad del pueblo expresada en el plebiscito de 2016, porque lo que fue extremo, radical y reaccionario fue la ocupación miliciana de ciudades con acciones terroristas en 2021. No es una epidemia. Dos momentos clave en los que los extremistas políticos utilizaron la fuerza para paralizar a los ciudadanos, calificándolos de «enemigos de la paz» y «fascistas». El extremismo disfrazado de centro requiere la criminalización del hombre común para legitimar la violencia política.
Pero estos grupos no son exactamente fascistas o comunistas, son sectores minoritarios que promueven procesos de colectivización de inspiración autoritaria porque el gran Estado es funcional para sus intereses, o sus obsesiones revanchistas, o una mezcla adúltera de todos estos componentes. Tampoco se puede extraer una teoría de la conspiración de este fenómeno en el que algunas élites protofascistas, ocultas y no especificadas controlan algo así como un Estado profundo.
La gente no es tonta y los reconoce, por eso las tendencias de opinión muestran que las personas se identifican con otras personas que representan sus mismos valores y aspiraciones, civismo, moralidad, libertad, prosperidad, ser parte del capitalismo heroico y sobre todo personas de confianza para dejar atrás el caos y el miedo. La gente ya sabe que los extremistas se venden a sí mismos como el centro y que la única moderación posible es expulsar a esta gente del poder.
Jaime Arango