
A medida que envejecemos no sólo acumulamos experiencias y comenzamos a observar las marcas del paso del tiempo como las arrugas, sino que algo más silencioso sucede en tu cuerpo: una inflamación que no duele, pero que nunca desaparece del todo. Los científicos lo llaman inflamacióny es una de las claves para entender por qué envejecemos y cómo podríamos hacerlo mejor.
Tu cuerpo recuerda lo que pasó hace 20 años. Investigador Juan Pablo de Rivero Vaccari, de la Universidad de Miami así que advierte. Durante años, el estilo de vida moderno (dietas calóricas, estrés constante, falta de sueño y estilo de vida sedentario) ha mantenido al sistema inmunológico en una especie de “alerta roja” permanente. Normalmente, la inflamación es una respuesta útil: ayuda a reparar los tejidos y a defendernos de infecciones. Pero cuando esa respuesta no se extingue, se convierte en un fuego lento que deteriora gradualmente los sistemas del cuerpo.
De la clínica Mayo ellos lo describen como una guerra civil interna: las células inmunes innatas, que deberían actuar sólo cuando se enfrentan a una amenaza, comienzan a liberar sustancias inflamatorias de forma crónica. Mientras tanto, las defensas adaptativas (aquellas que “aprenden” de los virus) están debilitadas. El resultado se deja sentir en la práctica: una simple gripe que tarda semanas en pasar, heridas que cicatrizan más lentamente o un cansancio constante. Inmunóloga Jessica Lancaster lo resume de una manera sencilla: “Con la edad, el sistema inmunológico envejece y esta inflamación constante puede agotar las defensas y dañar los tejidos sanos”.
¿Un fuego interno? La inflamación del envejecimiento parece surgir de una combinación de estrés celular, metabolismo y estilo de vida. Según el investigador Alan Cohen de la Universidad de Columbia, las células estresadas liberan proteínas que indican que “algo anda mal”, incluso en ausencia de enfermedad.
Sin embargo, no todos envejecemos igual. un estudio, publicado en Nature Aging por el propio Cohen y colegas de varias universidadescomparó personas de Italia y Singapur con comunidades indígenas de Bolivia (los Tsimane) y Malasia (los Orang Asli). El hallazgo fue sorprendente: sólo las poblaciones de los países industrializados mostraron el patrón clásico de aumento de la inflamación con la edad. La hipótesis es clara: el inflamación Podría ser, más que una consecuencia inevitable del paso del tiempo, un efecto colateral de la vida moderna.
Armando el rompecabezas. Porque la ciencia ya ha encontrado las piezas. En la Universidad de Yale, el equipo de Vishwa Dixit plasma analizado de adultos quienes redujeron su ingesta calórica en un 14% en dos años. Descubrieron que esta restricción calórica moderada reducía notablemente los niveles de una proteína inflamatoria clave, el complemento C3a, relacionada con la activación inmune.
En otras palabras, descubrieron que la inhibición de C3a reduce la inflamación relacionada con la edad y mejora la salud metabólica. Además, en ratones, el bloqueo farmacológico del mismo componente del sistema del complemento aumentó la longevidad y mejoró la función metabólica.
Paralelamente, otro equipo, dirigido por Marissa Schaferidentificó un nuevo marcador del envejecimiento celular: el receptor de interleucina-23 (IL-23R). Este biomarcador aumenta con la edad tanto en humanos como en ratones y se asocia con inflamación en órganos como el riñón o el hígado. Sin embargo, hay esperanza: ciertos fármacos senolíticos, como la fisetina (presente en las fresas) o el venetoclax, utilizado contra el cáncer, lograron reducir estos niveles inflamatorios en animales viejos. La idea es simple pero poderosa: eliminar las células que envejecen mal para aliviar la inflamación desde adentro.
¿Algún plan para evitarlo? Mientras la ciencia busca tratamientos, los expertos coinciden: el estilo de vida sigue siendo nuestra mejor medicina. Desde Mayo Clinic lo explican de forma sencilla: dormir bien, mantener un peso saludable, hacer ejercicio y comer menos alimentos ultraprocesados son las claves más efectivas para fortalecer el sistema inmunológico. De hecho, Como señala el Dr. Lancaster: «El sueño es probablemente el factor más crítico para la inmunidad, más que la dieta o el ejercicio». Durante el sueño, el cuerpo libera proteínas que combaten las infecciones y eliminan las toxinas del cerebro.
Por su parte, en un informe para el Washington Post Añaden que controlar la presión arterial, la grasa visceral y el azúcar en sangre es fundamental para reducir la inflamación. Y el investigador de Yale Vishwa Dixit lo resume con sabiduría milenaria: “Lo mismo que decía tu abuela y la mía: haz las cosas con moderación, no comas demasiado y muévete más”.
Hacia un envejecimiento sin fuego. El científico Alan Cohen utiliza una metáfora perfecta: «La inflamación es como una alarma de incendio. No siempre es agradable, pero indica que algo anda mal. Lo importante no es apagarla, sino evitar que suene todo el tiempo». Por ello, los expertos recomiendan no obsesionarse con la microgestión de cada marcador biológico ni buscar la eterna juventud a través de suplementos.
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