

en los humildes Barrio Los Cardonales, en el sector Gaira en Santa Marta, lLa noticia cayó directamente al corazón. Los familiares de Alejandro Carranza Medina, el pescador samaritano que el presidente Gustavo Petro mencionó como víctima de un ataque estadounidense, No pueden asimilar lo que escuchan en las noticias.
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En la pequeña casa ubicada en las faldas de un cerro, donde las faenas de pesca siempre marcaron el ritmo de la vida, hoy sólo hay tristeza y confusión. Su madre, Carmela Medina, no puede contener las lágrimas. En menos de un año perdió a dos de sus hijos, uno de ellos hace apenas unas semanas y ahora teme haber perdido al tercero, Alejandro, de 40 años.
“Mi hijo no estaba mal. «Vivía de la pesca, no tenía dinero, no llevaba droga, ni nada de eso que dicen en las noticias».ella dice temblandomientras habla con EL TIEMPO y sostiene un retrato anciano con su hijo con un anzuelo en la mano y el mar al fondo.
Un hombre de mar, no de guerra.
Alejandro Carranza Medina, pescador samaritano. Foto:Roger Urieles.
Alejandro Carranza salió de su casa el 14 de septiembre de como lo hacía de vez en cuando, con la promesa de regresar con buena pesca. Según su familia, Solía ausentarse hasta un mes por tareas largas, pero esta vez el silencio se ha prolongado demasiado.
Desde entonces, No han recibido llamadas, mensajes ni ninguna prueba que confirme si realmente fue él. quien murió en el ataque estadounidense denunciado por el presidente Petro.
“No tenemos pruebas de que sea él. Nadie del Gobierno se ha puesto en contacto con nosotros. “Sólo hemos visto lo que dice el Presidente en las redes sociales” Le dice a EL TIEMPO Lizbeth Pérez Carranza, sobrina del pescador. “Antes de hacer ese anuncio deberían haber hablado con nosotros, mostrarnos pruebas, algo que nos ayudara a entender lo que pasó”.
Una familia sin respuestas ni recursos
Su padre Alejandro continúa tejiendo una red de pesca que dice que le regalará a su hijo cuando regrese. Foto:Roger Urieles.
Los Carranza Medina son una familia de pescadores tradicionales. Viven al día. Sus ingresos dependen del mar y de las estaciones. Por eso, cuando se supo la noticia, no sabían a quién acudir ni cómo comprobarlo.
«Somos gente pobre, no tenemos cómo viajar ni adónde ir. Sólo pedimos que el Gobierno nos ayude a saber la verdad», dice Lizbeth.
en el patio, Don Alejandro Carranza padre, un hombre curtido por el sol y los años, continúa tejiendo una atarraya. El mismo que –dice– le iba a regalar a su hijo por su cumpleaños. Cada nudo es una oración.
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“Le enseñé a pescar, desde pequeño. Esa era su vida. Estoy tejiendo esta red para cuando regrese, para poder pescar mejor”, dice con la voz entrecortada.
El peso del pasado y la defensa familiar
Alejandro Carranza Medina fue capturado por robo de armas a la Policía. Foto:Expediente del Fiscal
El nombre de Alejandro Carranza ha estado en el centro de la polémica desde Se reveló que, años atrás, fue vinculado a una causa judicial por robo de armas a la Policía Metropolitana. proceso que, según su familia, fue archivado.
“Ese caso fue hace años y nunca más volvió a tener problemas con nadie. Volvió a pescar, que es lo único que sabía hacer”, insiste Lizbeth. “Por eso no entendemos por qué ahora lo relacionan con otras cosas. «Él no era un traficante de drogas».
Una madre que se niega a aceptar su pérdida.
Carmela Medina quiere creer que su hijo sigue vivo y que todo es una confusión. Foto:Roger Urieles.
Carmela, sentada en una mecedora frente al altar familiar, aún espera que todo sea una confusión. “Quiero creer que mi hijo está vivo, eso va a aparecer por esa puerta. No merecía morir así. Si fue un error, que alguien lo diga”, suplica.
Entre lágrimas, repite una y otra vez las mismas palabras: “Mi hijo era bueno, solo quería trabajar. y llevar comida para sus padres y sus hijos”.
EL TIEMPO conoció que Alejandro deja tres hijos menores de edad: un niño de 7 años, un niño de 13 y una niña de 16 años. Se quedan en la casa, abrazando a su abuela y preguntando si su padre volverá.
“Solo queremos saber la verdad”
La familia Carranza vive en una humilde casa en el barrio Los Cardonales de Gaira. Foto:Roger Urieles.
Mientras el Gobierno colombiano insiste en exigir explicaciones a Estados Unidos, En Gaira el tiempo parece detenido. Los Carranza viven entre la esperanza y el dolor.
“No pedimos nada más que saber qué pasó. Si fue él, cuéntanos la verdad, y si no, limpia su nombre.”, dice Lizbeth, quien era muy cercana a su tío.
En el patio, su padre sigue tejiendo la escayola. No la ha abandonado ni un solo día. “Quiero dártelo cuando regrese, dice. Y, mientras habla, sus manos no dejan de anudarse.
Por Roger Urieles
Para EL TIEMPO Santa Marta.
En X @rogeruv
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