
La semana pasada, Ghana expulsó a todas las empresas extranjeras que operaban en el competitivo mercado del oro, una decisión que derivó de una situación que se había vuelto insostenible. La minería artesanal, que ha crecido de manera exponencial en los últimos años, ha traído consigo no solo «consecuencias económicas, de salud y ambientales desastrosas«, sino que también ha comenzado a erosionar otras industrias nacionales. Esta crisis ha puesto en evidencia los riesgos que enfrenta Ghana en su búsqueda por equilibrar su economía, donde la explotación de recursos naturales se ha convertido en un arma de doble filo.
El ejemplo más contundente de esta erosionada industria es el sector del cacao, que se ha visto gravemente afectado.
¿Qué pasa con el cacao? En el último año, Ghana, que es el segundo mayor productor de cacao en el mundo, perdió un alarmante 20% de su producción total. Este descenso se produce en un contexto global donde los precios del cacao han alcanzado cifras históricas, debido a factores como malas cosechas, plagas y el cambio climático. En la actualidad, el precio de la tonelada de cacao ha superado los $10,000 en la Bolsa de Nueva York, una cifra que refleja la desesperada situación del mercado.
El problema fundamental radica en que, para muchos agricultores ghaneses, la minería de oro se ha vuelto más rentable a corto plazo comparado con el cultivo del cacao. La llegada de operadores chinos hace algunos años transformó el panorama de la minería, y sus consecuencias se manifiestan en la actualidad: el cacao, aunque históricamente valioso, ya no es el ‘pollo dorado’ de la industria agrícola del país. Mientras que la minería artesanal del oro, conocida como Galamsey, arrastra consigo toneladas y toneladas de tierra de forma casi artesanal, es ilegal y poco regulada, lo cual plantea problemas adicionales en comparación con un cultivo más sostenible y duradero como el cacao.
Además, este fenómeno no se limita a Ghana. La vecina Costa de Marfil, el mayor productor de cacao del mundo, ya comienza a experimentar problemas similares. Esta situación ha generado un efecto dominó que podría transformar el mercado del cacao en toda la región. Lo que algunos ven como una crisis, otros pueden interpretarlo como una oportunidad.
Donde algunos ven un problema, otros ven una oportunidad. Me refiero, en este caso, a los agricultores canarios. Como se ha mencionado en la provincia, las condiciones climáticas subtropicales de Canarias les otorgan ventajas únicas que pueden convertir la región en un lento germinador de cacao en África. Esto podría traer diversas consecuencias positivas para la agricultura en la zona, transformando la dinámica productiva.
No es sorprendente, por lo tanto, que el Instituto Canario para la Investigación Agrícola (ICIA) haya pasado dos años analizando las posibilidades de crecimiento del cultivo del cacao en las granjas locales. Los resultados de estos estudios han sido optimistas, ofreciendo una luz de esperanza para el futuro del cultivo en un contexto que se presenta complicado.
¿Podría convertirse el cacao en la nueva joya de la agricultura canaria? Aunque no se arriesgaría tanto, el cacao canario, al igual que el Café Granada, no está considerado actualmente como una gran cosecha. Más bien, se trata de un intento de crear un producto «boutique», que permita diversificar la agricultura de Canarias, alejándose de la temida «bananodependencia». Este objetivo es lo que impulsa la innovación y la búsqueda constante de nuevas alternativas agrícolas en las islas.
Sin embargo, los desafíos son considerables. El camino hacia el desarrollo del sector no se limita a convencer a suficientes productores para estabilizar la producción, sino que también es vital desarrollar toda la cadena industrial que abarca aspectos como la fermentación y el secado de los granos recolectados. La falta de experiencia y las limitaciones en la industria empeoran la situación.
Además, la expansión de la industria del cacao resulta casi imposible debido a la baja rentabilidad, y comercializar cacao sin diferenciación coloca a los productores en una situación vulnerable. Las decisiones deben tomarse cuidadosamente para evitar que el proyecto se convierta en un mero pasatiempo académico sin impacto real en la economía.
Desde finales de 2023, el precio del cacao ha escalado de $2,581 por tonelada a la asombrosa cifra de 10,371. Este constante aumento de precios es tan atractivo como peligroso, y nos introduce en una trampa potencialmente mortal para el campo canario, donde la ambición por el cacao puede desbordarse y traer consigo más problemas que soluciones.
Imagen | Majestic Lukas | Kyle Hinkson
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