
Las recientes denuncias de corrupción que afectan a exfuncionarios del gobierno de Andrés Manuel López Obrador han comenzado a generar turbulencias políticas para la administración de Claudia Sheinbaum. Aunque la presidenta ha intentado desmarcarse de los acontecimientos y reforzar la idea de un “nuevo ciclo” de transparencia, la oposición y medios críticos advierten que los escándalos heredados del sexenio anterior amenazan con minar su legitimidad. Casos relacionados con desvío de recursos, contratos irregulares y presunto financiamiento de campañas electorales han reavivado el debate sobre la continuidad del modelo político impulsado por el partido Morena.
Analistas, como el columnista Mauricio Vargas, sostienen que la sombra del gobierno anterior se ha convertido en un desafío directo para Sheinbaum, quien deberá demostrar que su promesa de “honestidad total” no quedará en el discurso. Según Vargas, el presidente enfrenta un dilema complejo: mantener la lealtad al movimiento fundado por López Obrador o emprender una purga que podría generar fracturas internas. En un contexto donde la confianza ciudadana es cada vez más volátil, el manejo de estos casos será decisivo para el futuro político de su administración.
Mientras tanto, los sectores empresarial y académico exigen una revisión exhaustiva de las adquisiciones públicas y los mecanismos de control institucional. El presidente ha reiterado que no habrá impunidad y que cualquier funcionario implicado será investigado, independientemente de su afiliación política.. Sin embargo, el desafío no es menor: Sheinbaum deberá equilibrar la estabilidad política del país con la exigencia de justicia ejemplar, en un escenario donde el legado de López Obrador aún pesa mucho en la narrativa del poder en México.
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