
El pastor Robert Morris acepta su culpa por abuso infantil
Robert Preston Morris, de 64 años, exasesor espiritual de Donald Trump y fundador de la megaiglesia Gateway, se declaró culpable de abuso sexual infantil en Oklahoma.
Según la Fiscalía General, los crímenes ocurrieron entre 1982 y 1986, cuando Morris visitaba frecuentemente a una familia de su congregación. La víctima, una niña de 12 años, sufrió abusos durante cuatro años bajo la protección del entonces evangelista itinerante.
El Fiscal General Gentner Drummond afirmó que “no se puede tolerar a quienes abusan sexualmente de menores”. Añadió que el caso era “aún más despreciable” porque el atacante se aprovechó de su autoridad religiosa.
La confesión del pastor y su sentencia
En junio del año pasado, Morris admitió en una entrevista con El correo cristiano haber tenido “comportamiento sexual inapropiado con una joven”, aunque intentó minimizarlo. Sin embargo, la evidencia y el testimonio llevaron al pastor a aceptar un acuerdo de culpabilidad.
El tribunal de Oklahoma dictó una sentencia suspendida de 10 años, de los cuales Morris cumplirá seis meses en la cárcel del condado de Osage. Además, deberá registrarse como delincuente sexual, cubrir las costas judiciales e indemnizar económicamente a la víctima.
“Hoy finalmente se ha hecho justicia”, dijo la víctima, Cindy Clemishire. “Salgo de esta sala, no como víctima, sino como sobreviviente”.
De líder espiritual a criminal sexual
Robert Morris fundó la Iglesia Gateway en Texas, considerada una de las congregaciones evangélicas más grandes de Estados Unidos. También formó parte del consejo asesor evangélico del expresidente Donald Trump durante su primer mandato.
En 2020, su iglesia incluso recibió al entonces presidente en un evento político. Sin embargo, tras acusaciones formales en enero de 2024, Morris renunció a su liderazgo pastoral.
Su abogado, Bill Mateja, aseguró que Morris “siempre tuvo la intención de colaborar con la justicia y pedir perdón a la familia de la víctima”.
La sentencia marca el final de un caso que conmocionó a la comunidad evangélica estadounidense y reavivó el debate sobre el abuso de poder dentro de las instituciones religiosas.
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