




El tronco occidental, una arteria vital que conecta al Caribe colombiano con el interior del país, ha sido una vez más el escenario de un acto violento que subraya la amenaza persistente de grupos armados ilegales.
A la madrugada, La Vereda Capaca, en el camino que se une a El Carmen de Bolívar con una placa (Magdalena), se convirtió en el punto cero de un ataque incendiario que carbonizó varios equipos de construcción, enviando un mensaje brutal de intimidación a los contratistas y el estado mismo.
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El fuego en el tronco y la sombra del clan del Golfo
Maquinaria en el vioelos. Foto:Gobierno
El incidente se desarrolló cuando dos hombres armados irrumpieron en un campamento de obras. Su objetivo: destruye la maquinaria para la recuperación de una sección clave de la carretera. El equilibrio era devastador: un vehículo de Microbus, un equipo de contenedores, un camión de tanque, un compactador de mini y un compresor de aire se redujeron a cenizas y fumar chatarra.
Lo que distingue a este caso es la aparente ausencia de amenazas previas.
La policía de Bolívar informó que, según investigaciones preliminares, los contratistas no habían denunciado extorsión, ni habían recibido demandas de dinero, una práctica común de delitos organizados en esta región para permitir el desarrollo de proyectos.
Esta falta de advertencia sugiere un cambio en las tácticas: no era una presión extorsionar, pero una declaración de guerra territorial y un sabotaje directo al desarrollo, argumentan fuentes judiciales de Carmen de Bolívar.
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La oficina del Fiscal General, a través de su CTI, asumió la investigación, pero la autoría, aunque no se ha reclamado oficialmente, señala directamente al grupo dominante en la región: el clan del Golfo, específicamente la subestructura de Nicolás Antonio Urango que crímenes en el norte de Bolívar, Control de corredores estratégicos para el tráfico de drogas y la extorsión.
Maquinaria amarilla como objetivo de la guerra
El norte de Bolívar, que incluye la región del Montes de María y el área de influencia del troncal de Occidente, es una Corredor geoestratégico histórico que las pandillas criminales disputan ferozmente. Este territorio, que conecta el interior con acceso al mar Caribe, ha sido un Battlefield para guerrilleros y paramilitares desde finales del siglo pasado.
Hoy, EEl clan del Golfo ejerce un control paramilitar que se basa en la violencia selectiva y, crucialmente, extorsión sistemática a cualquier actividad económica, incluida la minería, la agricultura y, por supuesto, la infraestructura pública.
Para estos grupos, La quema de maquinaria es más que un daño simplel; Es un mensaje codificado para el gobierno y la sociedad civil.
Las obras de infraestructura (carreteras, puentes, escuelas) representan la presencia del estado, rompen su aislamiento y desestabilizan sus economías ilícitas al abrir rutas controladas; Al destruir los equipos, el El clan del Golfo reafirma su soberanía criminal sobre el territorio y advierte a cualquier inversor que la única ley válida en esa región es suya.
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La respuesta de un líder político, diseminado en las redes sociales, reflejó esta tensión: «Los grupos ilegales acaban de abandonar el camino entre Carmen y Zambrano (Bolívar) para quemar la maquinaria … a toda costa quieren detener el progreso de este país».
La indignación subraya el costo humano y social de estos ataques, que No solo detenga el progreso de los trabajos, sino que también siembra terror entre ingenieros y trabajadores Intentan llevar el desarrollo a las áreas históricamente golpeadas.
El tronco de Occidente se convierte así en un símbolo: una carretera que, aunque busca avanzar hacia el progreso, permanece frenando por el brazo armado de estructuras que resisten perder su dominio territorial.
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La fiscalía de los dos hombres armados solo será la punta del iceberg de una estructura criminal que continúa desafiando la autoridad del estado en el corazón de Bolívar.
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Presupuestos revisados:
Daño superior y millonario
Maquinaria amarilla ardiendo en riohacha Foto:Archivo privado
La pérdida inmediata de un minibús, un camión de tanque, un equipo de contenedores y otra maquinaria pesada representa millones de pesos que debe ser reasignado. Aunque las empresas de construcción generalmente tienen un seguro para este tipo de riesgos, el reemplazo no es inmediato y Los costos siempre caen, directa o indirectamente, en las arcas públicas.
Daño directo e inflación de costos: El valor de la maquinaria destruida debe ser cubierta, ya sea por el contratista o el seguro. Sin embargo, el costo final del trabajo aumenta. Las empresas de construcción, cuando operan en áreas de orden público de alto riesgo, se ven obligadas a citar primas de seguro más altas o asignar mayores recursos a la seguridad y la vigilancia. Este costo adicional inevitablemente se mueve al presupuesto del proyecto, que termina pagando más por kilómetro de vía que en áreas pacíficas.
Retrasos y sanciones: Un camión de cisterna o un mini compactador son equipos esenciales en una carretera. Su destrucción paraliza o ralentiza el trabajo. Todos los días de retraso tienen altos costos financieros: salarios del personal, alquiler de equipos inactivos y sanciones contractuales por incumplimiento de programación. Esto por encima del tiempo amenaza los plazos de entrega y pospone los beneficios económicos que la carretera rehabilitada traería a los municipios.
Desconfianza y desinversión: Quizás el impacto más grave es la pérdida de confianza. La presencia de un grupo armado ilegal capaz de incinerar activos productivos funciona como un freno inmediato para la inversión privada y pública. El EMpresas dudará en presentar o invertir en proyectos en el norte de Bolívar, lo que conduce al aislamiento económico de la región. El departamento pierde la competitividad y se perpetúa el círculo de la pobreza en los municipios que la mayoría necesitan conectividad.
El costo de la maquinaria calcinada se estima, conservadoramente, en varios cientos de millones de pesos. Sin embargo, el costo de oportunidad –Lo que el camino dejará de generar en el comercio, la agricultura y el turismo debido a la demora es incalculable.
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Documario del periodista Jineth Bedoya. Foto:
Cartagena