

En Santa Marta, Abrir un negocio se ha convertido en una apuesta que tiene su riesgo y obligaciones no solo legales. No es suficiente registrar la empresa, pagar parafiscales y cumplir con los estándares. Ahora, según los defensores de los derechos humanos, cualquiera que se comprometa debe enfrentar un «impuesto ilegal»: Colección de extorsión por grupos armados que operan en la ciudad y su área metropolitana.
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El fenómeno, coloquialmente conocido como «vacuna», se ha normalizado tanto que muchos lo asumen como otro servicio público. Mototaxistas, comerciantes, comerciantes de mercado, restaurantes en El Rodadero e incluso los vendedores y proveedores de servicios en Taganga Se ven obligados a entregar una tarifa para trabajar en paz.
El impuesto de extorsión
Norma Vera, defensor de derechos humanos reconocidos, Asegura que la situación esté abrumada. «Hoy en Santa Marta, absolutamente todos los que tienen negocios pagan a un grupo ilegal. Los convierten en un estudio económico y de acuerdo con lo que perciben en las ganancias también es la contribución que preguntan, como si fuera una colaboración, pero es claramente una demanda», explica.
Las autoridades presentan estrategias articuladas para detener el progreso de los grupos criminales. Foto:Policía
El panorama es tal que en algunas áreas, como el transporte informal, los motocicletos Deben entregar 10 mil pesos al día. «Se le dice el impuesto de seguridad, pero en realidad es una extorsión», insiste Vera.
El defensor advierte que detrás de esta red de colección oculta una violencia silenciosa. «Si la autoridad va al mercado público y pregunta, todos dirán que no hay extorsión. Pero la realidad es otra. El que se atreve a denunciar Paga con tu vida. No hay duda de que se han producido varios homicidios en la ciudad por no pagar la vacuna. Son personas trabajadoras, sin enemigos, que terminan asesinados, y esos casos se pierden en impunidad ”, denuncia.
Turismo, otro blanco
El sector turístico, el motor económico de Santa Marta, también está bajo asedio. En playas como El Rodadero, Taganga y Beautiful Horizon, Hay supuestos «coordinadores de extorsión» que viajan restaurantes, bares y hoteles para exigir informes de ingresos y establecer cuotas diarias.
«Esto se ha convertido en un servicio público adicional. La situación no está controlada y lo peor es que no hay medidas contundentes para detenerlo», agrega Vera, quien dice que la presión criminal amenaza la competitividad de La ciudad como destino internacional.
Seguridad a cambio del miedo
Anísbal Fernández, analista de problemas de seguridadEstá de acuerdo en que la extorsión ha sido institucionalizada. Pero advierte que detrás de la colección hay un mecanismo perverso: «Los grupos ilegales venden el servicio como si fuera seguridad. Se cobran por evitar robos y problemas de orden público en los sectores donde operan. Varios homicidios recientes también han sido de jóvenes indicados para robar. Es decir, estos actores están impuestos como vigilantes en la punta de una bala».
La policía metropolitana refuerza con patrullas. Foto:Policía
El especialista asegura que, paradójicamente, en los sectores turísticos, donde antes de que los robos fueran frecuentes, como Taganga o Mineca, hoy en día los robos son menos comunes. Pero no se debe solo a las operaciones oficiales, sino al control violento de los grupos armados.
El miedo a denunciar
En privado, muchos comerciantes reconocen que pagan la tarifa. Pero guarda públicamente en silencio. «No queremos apoyar a estos grupos, pero no tenemos alternativa. Si informamos, pueden capturar a los coleccionistas, pero aquellos que envían siguen siendo libres y son los que toman represalias contra nosotros ”, dice un hombre de negocios que pidió reservar su identidad.
Los mecanismos de presión incluyen mensajes de texto, llamados amables y temerosos que continúan con las visitas a motocicletas. En algunos casos, incluso Los citan en puntos específicos para acordar los planes de pago.
«Es una estructura organizada. Tienen bases de datos de comerciantes, saben cuánto producen y cuánto pueden pagar. No está improvisado. Y mientras tanto, las personas todavía tienen miedo porque saben que su vida está en peligro», agrega otro comerciante consultado.
La respuesta de las autoridades
Dada la creciente presión, la oficina del alcalde de Santa Marta, junto con la policía y el ejército, anunció nuevas medidas. Se creó un equipo especial de la policía Gaula para asistir a las áreas más críticas y las patrullas han aumentado.
Coronel Jaime Ríos Puertas, comandante de la policía metropolitana, Él asegura que se han logrado: «En la ejecución del año, hemos capturado un número significativo de extorsionistas y continuamos fortaleciendo la inteligencia policial. Queremos generar confianza en la ciudadanía para denunciar y así actuar con más fuerza».
Sin embargo, la realidad en las calles refleja algo más: los cargos no se detienen y la percepción ciudadana es que el control permanece en manos de lo ilegal.
Para los expertos, el mayor peligro es la normalización del crimen. La extorsión ya no se ve como un hecho aislado o clandestino, sino como parte del día a día. «La sociedad Samaria no puede resignarse a que se convierta en un impuesto más. Si continuamos en silencio, será cada vez más difícil desmontar este sistema de miedo», dice Vera.
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El desafío de las autoridades no solo resulta capturar a los coleccionistas, sino desmantelar las estructuras criminales que operan detrás. Mientras tanto, los comerciantes, transportadores y empresarios turísticos continúan pagando para sobrevivir, en una ciudad que lucha por mantener su imagen de destino tranquila frente al mundo, pero que en su intestino vive con una realidad marcada por la extorsión.