
En Bucaramanga Ya no está regulado del Palacio Municipal. Se gestiona desde la cámara. De un título fácil. De la ira producida y el populismo criminal.
Cada vez que teme en las calles, el alcalde Jaime Andrés Beltrán se adapta a la misma libreta: video, una frase inflamable, la dosis de la víctima y las críticas impulsivas de la legislatura, pero juzgar sin rigidez o responsabilidad.
Su alarma por la posible liberación del Ake Pichi, el hombre ciertamente señaló, pero cuya edición no sucedió o representó una amenaza concreta, se convirtió en otro capítulo de su narrativa favorita: quien lucha contra los ahorros solitarios contra enemigos invisibles.
Pero el problema no es solo el oportunismo. El problema está confundido por un programa con una solución.
Para ser serio hablar sobre la solicitud del ministro JusticiaEduardo Montealegre, más que expresiones efectivas. Se necesita comprensión legal, conocimiento del conflicto, enfoque territorial y la verdadera voluntad para la construcción de la institucionalidad.
Y en eso, el alcalde también es rayos.
Bucaramanga continúa enfrentando asesinatos selectivos, redes micro-sacudidas que instrumentalizan a los menores, amenazas constantes de líderes comunitarios y migradores cada semana. Y aunque todo sucede, la ciudad carece de políticas de seguridad pública con acceso social, diferencial y largo.
El alcalde dice que la justicia lo deja solo. Pero, ¿dónde están tus propias acciones fuera del habla? ¿Dónde están las inversiones locales en prevención? ¿Dónde se articula el trabajo con jueces, fiscales, defensores, organizaciones no gubernamentales y comunidad? ¿Dónde está el alcalde cuando no hay cámara?
Ahora afirma que «no quiere ser irresponsable con lo que dice», pero al mismo tiempo libera votos sin análisis estrictamente. Eso es irresponsable. Esto hace la política con miedo.
Creo en la sólida justicia. Creo en hacer frente a estructuras criminales con una decisión y sin concesiones. Pero la seguridad no se resuelve con la indignación del clima.
No con hashtags. No con poses.
Bucaramanga necesita un estado, sin espectáculo. Justicia, sin propaganda. Y esa es la diferencia entre levantar la voz y realmente proteger.
Erika Sánchez